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• Los abusos en los aeropuertos privatizados.

• El caso de ASUR.

La infraestructura aeroportuaria es vital para apoyar las actividades económicas de los países, y estratégica desde el punto de vista del ejercicio de la soberanía nacional. Por tal razón, gran parte de las naciones en donde los gobiernos realmente se preocupan por sus ciudadanos mantienen bajo la égida estatal la operación de los aeropuertos.

Durante mucho tiempo en México se entendió así, y por eso se creó el organismo paraestatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares, que se encargó de la construcción y operación de la red aeroportuaria a todo lo largo y ancho del territorio nacional. El enorme crecimiento de las operaciones aeronáuticas experimentado durante la última mitad del siglo pasado sólo fue posible  gracias a que el estado, mediante ASA, invirtió miles de millones de pesos de nuestros impuestos en la construcción de aeropuertos, con objeto de garantizar la conectividad y la integración nacionales. En razón de lo anterior, un gobierno que realmente se preocupara por los intereses estratégicos no sólo hubiera cuidado con esmero de la red aeroportuaria,  que tanto trabajo, dinero y esfuerzo había costado levantar, sino que hubiera garantizado que los ingresos que se obtenían de su operación sirvieran para construir otros aeropuertos y mejorar e incrementar la red. Pero por desgracia llegó el nefasto salinato, en el que la gestión presidencial se convirtió en una especie de  venta de garaje para rematar los bienes nacionales en beneficio de unos cuantos favoritos, a los que se les entregaron monopolios enteros, incluyendo a los aeropuertos que generaban ingresos.
Así surgieron los “grupos aeroportuarios” que se despacharon con la cuchara grande recibiendo los aeropuertos  más rentables del país, mientras le siguieron dejando al estado la operación de los aeropuertos que no dejaban utilidades: Es decir, se privatizaron las ganancias provenientes de la operación de los aeropuertos con más ingresos y se socializaron las pérdidas de los aeropuertos que no generan ingresos suficientes, manteniéndolos en manos de ASA, todo con el fin de beneficiar a unos cuantos favoritos de salinas y sucesores.
A más de quince años de este robo a la nación, eufemísticamente llamado “privatización o desincorporación aeroportuaria”, la realidad es atroz: Los grupos aeroportuarios se han dedicado a exprimir todo lo que pueden de una infraestructura que ellos no construyeron cobrando tarifas leoninas a las aerolíneas, abusando del público y cobrando “derechos de guante”, rentas y demás aprovechamientos a precio de oro, disfrutando de una situación de monopolio que perjudica a las líneas aéreas, al público,  a la actividad económica en general y al turismo en particular.
Son de leyenda los abusos en los aeropuertos privatizados, pero en contrapartida no se ha construido en quince años de privatización ni un solo aeropuerto por parte de las compañías favorecidas por el salinato y sus sucesores, siendo que antes de Salinas se construyeron más de 50 con dinero de todos nosotros.
¿No sería de elemental lógica regresar a un esquema en el que en apenas unas cuantas décadas se dotó a todo el país de aeropuertos, en vez de seguir tolerando a grupos aeroportuarios privados, que lo único que saben es especular y esquilmar, sin ser capaces de construir un solo aeropuerto?
El resultado de la pésima operación aeroportuaria privada está a la vista, por ejemplo en la terminal 2 del aeropuerto de Cancún operado por Aeropuertos del Sureste (ASUR): En una terminal a donde llegan simultáneamente cerca de una docena de vuelos existe ¡un solo baño para los pasajeros! Ya se puede imaginar la fila de más de 50 damas sufriendo los “beneficios” de la privatización. Otra lindeza es el abuso en el cobro de estacionamientos o el cobro por una cerveza a ¡60 pesos! en las tiendas.
Mientras en México se sigan tolerando este tipo de abusos, la desigualdad y el subdesarrollo seguirán siendo nuestro sino.           


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