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Por Daniel Olivares Villagómez.

  • Las mafias en Cancún.

El destino turístico internacional más importante de nuestro país se basó originalmente en un proyecto integralmente planeado en el que se trató de ponderar todas las variables posibles, tomándose en cuenta todos los factores conocidos.

Las condiciones naturales eran muy favorables, aunque los conocedores exigentes extrañaron desde el principio los casi perennes días de sol del Pacífico Sur mexicano, pues en Quintana Roo, al contrario que en la costa guerrerense o oaxaqueña, por ejemplo, se está expuesto a muchos días nublados y de lluvia, además de las tormentas tropicales. Sin embargo, la bellísima y diversa tonalidad de las aguas y la maravillosa arena semejante a talco, así como la abundancia de atractivos naturales y arqueológicos, fueron responsables de un éxito sin precedentes para un centro turístico que inició prácticamente de cero y que, apenas en su primer medio siglo de vida, acusa un dinamismo espectacular.

Por desgracia, una de las variables que no se pudo tomar en cuenta fue el advenimiento del crecimiento y desborde del crimen organizado, que durante la etapa salinista y posteriores se fue enseñoreando de muchas regiones del país. Al recibirse flujos cada vez mas importantes de viajeros internacionales y de derrama económica, se fueron infiltrando organizaciones que buscan el control de actividades ilícitas como el tráfico de drogas y el lavado de dinero, generando de vez en cuando escenarios de violencia que pudieran amagar el desarrollo de la actividad turística.

Pero no sólo las actividades claramente ilícitas acusan prácticas gansteriles o del crimen organizado: La formación de monopolios arropados por el tradicional caciquismo que ha sufrido el estado de Quintana Roo desde su fundación, mantiene estructuras de mercado en las que muchas actividades están controladas por unos cuantos personeros que manejan el grueso de la actividad económica local.

Quizá la más visible práctica mafiosa para el visitante sea la transportación terrestre: Los taxis son carísimos fundamentalmente porque están controlados por verdaderos cárteles que deciden que autos y que choferes pueden estar cerca de los hoteles y centros de diversión, sin que los taxis independientes puedan siquiera acercarse a estas zonas: “Si levantamos pasaje en el hotel corremos el riesgo de ser filmados para identificarnos y luego “tablearnos” (ser golpeados con tablas en las piernas)[1].

Esta revelación, obtenida casualmente por este columnista, se suma a lo expuesto en otras entregas respecto al contubernio de las autoridades estatales y judiciales, para las que el servicio de las plataformas como “Uber” o “Cabify” son “ilegales”, cuando en realidad los que violan las garantías constitucionales son los funcionarios y jueces que no permiten que en Quintana Roo operen estas aplicaciones ciudadanas que funcionan en todo el mundo, pero que en Quintana Roo simplemente no han podido con el cacicazgo local, nutrido de la ilegal protección que brinda a las mafias de la transportación terrestre, sobre todo en el aeropuerto, donde el turista no tiene otra opción mas que caer en manos del oligopolio que la controla, en connivencia con el grupo aeroportuario y las autoridades. (Nótese que Quintana Roo es de las pocas entidades que no ha tenido alternancia política real).    

    

 


[1] Testimonio de un taxista independiente ante la extrañeza de este columnista por no querer el conductor recogerlo precisamente a la entrada de un hotel.


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