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Chile es uno de los países que más me gusta visitar en el mundo, y es que tiene un ambiente tan especial, que hace que uno se sienta contento, bienvenido. El viajero encuentra paisajes maravillosos de profunda belleza, como su cordillera andina, siempre vestida de blanco o sus inmensos lagos en el sur, sus playas, el paisaje sombrío del desierto de Atacama en el norte y la dramática desolación de la Antártica.


MI primer encuentro con Chile fue hace 27 años, cuando hice amistad con un chico de Santiago al que conocí en un crucero por el Caribe. Corrían los años 80as y México y Chile no tenían relaciones diplomáticas, por lo que era poco lo que se sabía de aquél país en el nuestro. Viajar hasta allá representaba todo un lío porque había que sacar visa y pedían un montón de requisitos, hasta una carta de antecedentes no penales. Toda esta larga lista de pedimentos hicieron que yo no pudiera viajar a visitar a mi amigo.

Sin embargo, Guillermo y yo iniciamos un intercambio de cartas y postales y fue así como empecé a familiarizarme con nombres como Valparaíso, Antofagasta, Valdivia, Chiloé, Iquique, Arica, La Serena, Concepción, Llanquihue, Viña del Mar, Puerto Montt… y a través de las postales vi imágenes tan impresionantes y bellas como el Volcán Osorno, los lagos chilenos, las flores del desierto de Atacama, la Isla de Pascua, en fin, todo un abanico de paisajes maravillosos. Mi amigo me mandó posters publicitarios de Lan Chile con imágenes de gente diversa de aquél país…así fue como supe de la existencia de Lan.



Pasó el tiempo y en mi creció el deseo de visitar ese país que a mi parecer, era hermoso, hasta que llegó la oportunidad de hacerlo. Las relaciones diplomáticas entre ambas naciones se restablecieron y la gente pudo comenzar a viajar a Chile sin ningún requisito más que su boleto de avión y su pasaporte.

No se trata nada más de ir a comer centolla con una buena copa de vino, ni de sentarse a contemplar la majestuosidad de la cordillera que separa a Chile de Argentina, ni de lanzarse cuesta abajo en Valle Nevado, sino de sumergirse en la interesante historia de este maravilloso país poblado de gente amable y sonriente que al hablar suenan como una suave melodía al oído.

Antes de la llegada de los españoles, el territorio chileno estaba habitado por unos 500,000 indios. En cuanto a idioma y etnia eran iguales, sin embargo, los indios del norte –atacameños y diaguitas- tenían un mayor desarrollo cultural debido a su contacto con el imperio inca. Al sur del río Bíobío, se encontraban los indomables araucanos, que se resistieron durante siglos a la colonización.

Fue Fernando de Magallanes el primero en avistar tierras chilenas en el año de 1520, sin embargo correspondió a Diego de Almagro, colaborador de Pizarro, el honor de dirigirse hacia el sur, a la búsqueda del “otro Perú”, de donde regresó decepcionado al no encontrar metales preciosos. En 1540, tras la muerte de Almagro, Pedro de Valdivia, al mando de 150 españoles inició la colonización de la región y un año más tarde fundó la ciudad de Santiago. En los últimos años del siglo XVI, la costa chilena fue saqueada por piratas como Francis Drake, que protegidos por la corona británica, intentaban romper el monopolio comercial del imperio español.

El país tomó su nombre de la palabra aimara “chilli” que significa “confines de la Tierra” y es que en verdad, esta nación se encuentra prácticamente aislada del resto del continente, debido a la gran muralla nevada de los Andes, que la separa. En este último rincón del mundo, cuya caprichosa geografía tiene una extensión de 736,905 kilómetros cuadrados, existe una variedad de paisajes que van desde desierto, playa, nieve, lagos, montañas, ciudades cosmopolitas y tranquilos campos hasta gigantes bloques de hielo. De verde a blanco, de seco a húmedo, así es Chile, país que tiene casi todos los climas y que además de su territorio continental, posee diversas islas costeras como Chiloé, Wellington, Hanover y Santa Inés; la mitad occidental de la Tierra del Fuego, el archipiélago Juan Fernández las islas situadas al sur del Canal de Beagle, las islas polinésicas de San Félix, San Ambrosio, Sala y Gómez y de Pascua, esta última la más famosa debido a sus monumentos megalíticos; y reclama para sí el sector de la Antártica situado entre los 53º y 90º de longitud 0.


La capital del país, Santiago, es una metrópoli cosmopolita en donde se combina la modernidad de sus edificios con la belleza de las construcciones coloniales que aún se conservan en la zona antigua, al pie de la colina de Santa Lucía. Aquí destacan la catedral, el templo y convento de San Francisco, el ayuntamiento, el Palacio de la Moneda, sede del gobierno y la famosa Plaza de Armas, escenario de innumerables episodios en la  historia de la ciudad. Desde el cerro San Cristóbal se domina una magnífica vista de Santiago, edificada a orillas del río Mapocho y custodiada por los Andes. Hoy en día es una de las ciudades más pobladas de Sudamérica. Posee un Museo de Historia Natural, un Museo de Bellas Artes y dos observatorios astronómicos. Su Biblioteca Nacional es considerada una de las más importantes. La urbe cuenta además con museos, teatros y centros culturales. Su hotelería es de primera, con establecimientos de las principales cadenas del mundo como Hyatt, Sheraton y Hilton, entre otras.


El principal barrio comercial se encuentra entre el río Mapocho y la Alameda Bernardo O´Higgins. Santiago cuenta con numerosos parques públicos como el Metropolitano, donde está precisamente el cerro San Cristóbal, el parque O´Higgins, el parque Forestal y otros.


A pocos kilómetros de la capital chilena, se ubica el centro invernal Valle Nevado, un paraíso para los amantes del esquí. Pero gracias a su caprichosa geografía, también a pocos kilómetros de la ciudad están el balneario de Valparaíso con su puerto de gran actividad comercial y la ciudad de Viña del Mar, famosa por su festival de la canción.


En fin, Chile ofrece gran variedad de atractivos y de paisajes para que el visitante los disfrute. Es imposible conocer todo el país en un solo viaje, pero de seguro una primera visita despertará en el viajero el deseo de volver una y otra vez.


Por: Laura Ibarra


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