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• Desigualdad + injusticia étnica =
subdesarrollo turístico.

Para entender el concepto de desarrollo es menester tomar en cuenta que solo se puede acceder a él si los niveles de desigualdad no son exagerados. El problema en nuestro país es que a partir de la época colonial se institucionalizó la desigualdad mediante las llamadas “leyes de indias”, expedidas por la metrópoli española con objeto de crear lo que llamó “dos repúblicas”: La de los españoles y criollos por un lado, y la de los indios y “castas” por otro.
Desde ese momento la división étnica ha implicado también discriminación, marginación y explotación de los indios y mestizos del país por parte de los elementos relativamente “blancos” del mosaico étnico nacional.
Hay que recordar que la llamada “consumación” de la independencia de 1821, la realizaron José de Iturbide y el Virrey O’Donojú en los famosos tratados de Córdoba, en los que escasamente participaron los mestizos y menos los indios.
En los subsiguientes gobiernos del siglo XIX se sucedieron distintas formas de organización en las que la constante fue la sistemática marginación de los naturales: La “lengua nacional”, el sistema político, y las formas de producción fueron impuestas por las élites criollas que se disputaban el poder, sin tomar en cuenta los intereses de las comunidades y los pueblos indios. Los pocos indios que de alguna forma llegaron al poder, como Juárez, lo hicieron después de un proceso de aculturamiento que los despojó casi por completo de su esencia india y los llevó como en el caso de Porfirio Díaz a un verdadero afrancesamiento y estranjerización, incompatibles con los intereses de las mayorías indias y mestizas, que sufrieron despiadada explotación, despojo, deportaciones tipo “etnic cleansing” y hasta sistemáticos esclavitud y exterminio.

Aunque durante la Revolución algo se hizo por paliar ciertos excesos, es claro que después de quinientos años de infra-consideración del indio y del mestizo, a las élites mexicanas actuales, formadas esencialmente por criollos y otros componentes extranjerizados se les hace “normal” que el modelo de desarrollo de un aeropuerto o de un centro turístico pase por el despojo de los pobladores originales de los terrenos, para que el gobierno los ponga en manos de unas cuantas compañías de criollos o extranjeros que son los que finalmente se llevan los principales beneficios de la actividad turística. ¿Y los pobladores originales? Si bien les va y no los matan o encarcelan durante el despojo de sus tierras, a lo mejor acaban de meseros, jardineros camareras o prostitutas.
Para la élite gobernante y la mafia en el poder es “normal” que en prácticamente todas las actividades productivas se enajenen los bienes nacionales en beneficio de empresas transnacionales y que a los pobladores originales se les condene a la migración o a ganar sueldos de 58 pesitos diarios.

Lo anterior no es desarrollo, ni tampoco debiera ser lo “normal”, es simplemente la explicación de que un libanés como Slim sea el hombre más rico del mundo mientras que 60 millones de mexicanos se debaten en aguda pobreza patrimonial.
Por eso si realmente se quiere llevar a cabo auténtico desarrollo turístico debe empezarse por reconocer que los pobladores locales, casi todos indios y mestizos son los dueños verdaderos de las tierras en donde se ubican la enorme mayoría de los atractivos naturales y culturales del país, por lo que cualquier política pública destinada a desarrollar un área turística debe pasar por considerarlos SOCIOS PROPIETARIOS, en igualdad de circunstancias con los inversionistas, y por lo tanto hacerlos usufructuarios reales de las utilidades que se generan en materia turística. Si esto así se hiciera, como lo realizaron durante los años sesenta del siglo pasado en España, en apenas unos lustros podría erradicarse la pobreza del país y elevar para todos el nivel y la calidad de vida. Pero mientras se siga priorizando a unos cuantos azcárragas, slims, salinas, sabas, larreas y demás criollos, extranjerizados y transnacionalizados, seguiremos teniendo unos cuantos multimillonarios y un enorme mar de pobreza.


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