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• Íconos urbanos populares en
localidades turísticas

  La cultura popular, el clima, los más o menos limitados medios tecnológicos, las necesidades de una comunidad y  la idiosincrasia de la población, entre otros factores mezclados, generan algunas veces elementos característicos que se vuelven típicos de una localidad turística, aunque en muchas ocasiones no fueron pensados intencionalmente para eso.


  Van formándose a veces poco a poco, o a veces de una sola vez, y tienden a identificarse de tal modo con la localidad que muchísimos turistas quieren tener la experiencia y tomarse la foto con ellos.
  Uno de los íconos más populares en nuestro país y que identifica típicamente a Mazatlán, por ejemplo, es la “Pulmonía”. Simpático taxi que se fue desarrollando a su forma actual por la disponibilidad de chasises de “Vochos”, que eran convertidos en un vehículo sui generis con un simple toldo plano y sin ventanas, siempre de color blanco, quizá imitando a los carritos de golf. Algo que en cualquier otra latitud parecería un engendro automotriz, fue tomando una forma entrañable en el público mazatleco, o “patasalada” como le gusta ser llamado, y desde luego es difícil encontrar un turista que no sienta gran curiosidad de gozar un paseo en ellos o por lo menos tomarse una foto. Ya inclusive las autoridades turísticas del municipio de Mazatlán y del gobierno de Sinaloa supieron desde hace tiempo aquilatar el valor simbólico de la “Pulmonía” y se optó por erigirle un monumento en el Malecón, que a su vez ya es también un ícono del bonito puerto del Pacífico.
  Sin ningún tipo de reconocimiento hasta ahora, pero que valdría la pena señalar como una ventana de oportunidad para el municipio de Acapulco, está el caso de dos de sus medios de transporte más importantes: El “Mini Taxi Vocho” y los camiones urbanos de pasajeros que transitan  la Costera Miguel Alemán desde Caleta hasta la Base de Icacos.
  En el primer caso nos encontramos con la  única flota sobreviviente de “Mini Taxis” del país, otrora lleno de ellos en muchas grandes ciudades, como el entonces D.F. o la Ciudad de Puebla. Ahora, hasta donde este columnista sabe, los de Acapulco son ya los últimos, y bien haría el Ayuntamiento del Puerto en ponerlos en valor y apoyar su supervivencia como símbolo de Acapulco, pues para el turismo nacional son nostalgia y para el extranjero irresistible aventura.
  El segundo caso es algo todavía más peculiar y divertido: Son los Camiones de la Costera, por fuera pintados de blanco y un azul que semeja una ola playera. Cuentan en su aplicación cromática con un distintivo tipo de letra, que los hace diferentes a cualquier otro camión de su tipo. El ingenio y la necesidad de expresión del alegre carácter costeño ha acabado por imprimir en cada uno una singular personalidad en el interior, sobre todo en la decoración tema que cada uno ostenta, ya sea con murales, dibujos en elaboradísimo grafiti, o adornos inverosímiles de todo tipo, a más de la iluminación. Todo esto sazonado con una música casi siempre estridente que identifica el gusto musical del conductor. Para muchos turistas un Camión de la Costera, representa un verdadero “concert hall” rodante, en donde uno puede enterarse de los alegres géneros populares que existen: Hay desde el típico camión “metalero” hasta el exclusivamente “guapachoso”, pasando por lo que se quiera uno imaginar. Un despreocupado turista que quiera tomarle el pulso a Acapulco no tiene más que hacerle la parada a uno de estos bellos armatostes, que casi siempre tienen asientos libres y circulan a moderada velocidad con las ventanillas abiertas para disfrutar de una vista general del Puerto, de su gente, de su ambiente y de su alegría, incluso puede hacerlo con una cerveza en la mano: Después de todo se trata del amigable Acapulco.
  Muchas otras localidades turísticas tienen o pueden tener íconos susceptibles de ser valorados: Es cosa de saber ver y aquilatar.


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