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• Las funciones del ocio y el turismo.

  La actividad turística, con toda su enorme gama de manifestaciones económicas, sociales o medioambientales, se origina del  fenómeno socio-humano denominado ocio, que en el lenguaje común es frecuentemente menospreciado por las connotaciones negativas que posee desde una perspectiva laboralista.


 
 Y es que el ocio en la historia del hombre siempre ha tenido dos valoraciones: Una muy negativa y una muy positiva, dependiendo de las ideas imperantes en cada periodo histórico: Por ejemplo, en la llamada “cultura occidental”,  el ocio en tiempos de los antiguos griegos era considerado un fin en sí mismo, y era la situación natural de los ciudadanos griegos, que no conocían el trabajo, pues tal actividad sólo la hacían los esclavos. Por tal motivo, el ocio era lo más elevado y se consideraba siempre positivo, pues daba pie a las realizaciones más elevadas del hombre como la filosofía, la ciencia o las artes. De hecho la palabra griega para ocio era “scholé”, raíz de nuestra actual “escuela” en español, “schule” en alemán, “école” en francés o “School” en inglés.
 
 Durante la Revolución Industrial en cambio, el ocio fue considerado como “el padre de todos los vicios” y por lo tanto su connotación era siempre pésima. Todavía nuestros abuelos y hasta nuestros padres solían desdeñarlo y señalarlo negativamente, pues para ellos lo más importante siempre fue el trabajo y realmente llegaban incluso en muchas ocasiones  a tener dificultades para sentirse a gusto cuando no trabajaban.
 
Las nuevas generaciones han experimentado una revaloración del ocio, a veces forzada por el hecho de que muchas sociedades postindustriales ya no son capaces, ni de cerca, de brindar pleno empleo, y por tanto muchos individuos no pueden trabajar o lo hacen a tiempo parcial o informalmente. Otros, por decisión propia deciden supeditar el trabajo al ocio, pues consideran que lo más importante en sus vidas es lo que hacen en la libertad y no constreñidos por una obligación laboral. Otros, los más afortunados, crean en el ocio, y por lo tanto su “trabajo” o su actividad productiva es  en realidad parte de su ocio.

  El entender estas consideraciones ayuda mucho al planificador turístico y al desarrollador de productos turísticos, pues en cada vez mayor medida se avanza en la búsqueda, por parte del cliente, de la función superior del ocio, que es la de desarrollo personal, cuando antes se hacía más énfasis en las funciones más básicas de descanso y diversión. Para entender más esto hay que recordar que el sociólogo francés Joffre Dumazedier, en su célebre libro ¿Hacia una civilización del ocio?, publicado a principios de los sesentas del siglo pasado, identifica 3 funciones del ocio, y que por lo tanto también lo son del turismo: Esas funciones son conocidas desde entonces como las tres  “D”: Descanso, Diversión y Desarrollo Personal.

  La función de “Descanso” es la más básica de la triada, e imprescindible para poder progresar a las siguientes: El descanso sirve para recuperar fuerzas y para cargarse de energía que el trabajo necesariamente consume. La función de “Diversión” solo puede llevarse a cabo si ya se descansó, pues nadie puede divertirse sin energía. La diversión aleja de lo rutinario.

  La última función implica el realizar actividades enriquecedoras, ilustrativas y creativas, que llenan el espíritu y hacen mejor al individuo, y no pueden realizarse si previamente no se descansó y divirtió: Constituyen la función más ambiciosa y elevada del ocio y del turismo, pues conllevan el sentido de realización, y filosóficamente hablando llevan a la plenitud y a la felicidad. Entender lo anterior ayuda mucho a comprender al viajero más experimentado y por tanto ayuda a crear los productos y experiencias turísticas más apetecibles.            


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