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* Aduana del aeropuerto: Ineptitud y pésima imagen.

* Los abusos de los favorecidos con las privatizaciones de las terminales aéreas.

* Más de 4 años de prisión a los activistas que defendían su tierra y seguimos sin nuevo aeropuerto.

 


 

 

Es verdaderamente escandaloso comprobar que los aeropuertos del país, especialmente el de la Ciudad de México, siguen cobrando tarifas exorbitantes que ni en los países del primer mundo se atreverían a cobrar. Un ejemplo simple pero ilustrativo: Una cerveza en la sala de última espera del ultramoderno aeropuerto Barajas de Madrid cuesta un euro con ochenta centavos, es decir algo así como 28 pesos, en cambio en el Benito Juárez cuesta ¡42 pesos!

Debe recordarse que el nivel salarial es incomparable: El sueldo mínimo en México es de 1650 pesitos mensuales, mientras que el mínimo en Madrid es el equivalente de 11 200 pesos. ¿Cómo es posible entonces que se cobre tanto en nuestro aeropuerto? ¿Qué estructura de costos lo justificaría? Desde luego que ninguna: La respuesta desde luego es la voracidad de los locatarios pero también de los que han sido favorecidos con la privatización de los aeropuertos que simplemente ponen el precio de los locales al nivel que les da la gana. El público usuario, que desde luego es cautivo de tanto rufián, no tiene otra opción, con lo que el círculo de favoritismo y leonina depredación atenta contra la más elemental noción de comercio justo.

Las tarifas de estacionamiento y de los demás servicios son igualmente escandalosos, como si el aeropuerto de la Ciudad de México realmente estuviera a la altura de los mejores del mundo: Hace quince años estuve en el Aeropuerto de Madrid y entonces podríamos decir que ese y el Benito Juárez tenían instalaciones equivalentes. Hoy día francamente son incomparables: Da vergüenza ver como nuestro aeropuerto es incapaz de acoger eficientemente a los viajeros, mientras que en la terminal madrileña la amplitud y la capacidad de atención se han multiplicado por diez. En un aeropuerto como el de Madrid uno estaría dispuesto a pagar más cara una bebida, pero el colmo es que en el AICM, con instalaciones obsoletas, saturadas y deterioradas se cobra 30% más que en Barajas: ¡Linda forma de atraer turismo!

La aduana del aeropuerto, por lo menos en la Terminal Uno es otro ejemplo de ineficiencia e ineptitud. Recientemente pudimos comprobar que en un domingo por la tarde, cuando se sabe que arriban los vuelos trasatlánticos repletos de visitantes de verano ¡Sólo funciona una máquina de rayos equis! Mientras que al negligente personal de aduanas le importa un comino que el tiempo en la fila se prolongue por más de una hora, sin que el personal de seguridad (de la empresa española Eulen) haga nada por al menos poner orden en tanto caos. Desde luego que la molestia de visitantes extranjeros y de los propios mexicanos no se hace esperar. ¿Es así como las autoridades de la Secretaría de Hacienda que controlan la Aduana del AICM ayudan a dar buena imagen?

La verdad es que en México cosas como estas van mal porque la corrupción y el capitalismo de compadres imperante hace que las autoridades entreguen a sus favoritos negocios monopólicos con clientes cautivos: Es exactamente lo que pretendió hacer Fox cuando quiso quitarles su tierra a los pobladores de Atenco por 7 pesos el metro cuadrado y regalarlo a sus favoritos que lo cobrarían a 8000 pesos: Un negociazo para unos cuantos rufianes, que en venganza por no poder llevarlo a cabo gracias a la valentía de los atenquenses, condenaron a sus líderes a ¡112 años de prisión!

Afortunadamente la Suprema Corte recientemente ha ordenado la liberación, pero ¿y esos cuatro años de prisión cómo se borran? Por eso es doblemente injusto que se permita tanto abuso (muchos lo llamaríamos robo) en los aeropuertos, pues en razón de esos leoninos sobreprecios se da vida a infamias como las sufridas por quienes cometieron el “delito” de defender su casa.

Si en lugar de pretender despojarlos se hubiera integrado a los atenquenses como SOCIOS en el proyecto, ya es la hora de que tendríamos aeropuerto nuevo y mayor desarrollo para esa población, pero claro: de lo que se trataba era de crear nuevos monopolios con público cautivo para los favoritos de siempre.


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