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• Acapulco y Veracruz. Dos destinos que deben ser rescatados.
• Los capitalinos sin playas.
La Ciudad de México tiene una ubicación muy particular a 2 240 metros sobre el nivel del mar, pero que apenas a algo más de 340 kilómetros encuentra dos costas de esplendor: Por un lado la del Golfo de México con la inigualable alegría jarocha y con su cosmopolita puerto lleno de historia y tradición. Por el lado del Sur, el siempre cálido Puerto de Acapulco en todo tiempo ha ofrecido el mejor de los climas y muy diversas posibilidades de recreación y esparcimiento.


  Lamentablemente, el funesto calderonato trajo a casi todo el país, pero en especial a estos dos puertos, las terribles consecuencias de una absurda “guerra contra el narco”, que solamente ha servido para que la violencia se enseñoree y para que muchísimas actividades económicas, en especial el turismo, sufran estrepitosas caídas.
  Así las cosas, los capitalinos de pronto nos encontramos sin el acceso relativamente fácil a las playas que suponían estos destinos: Hasta antes del calderonato muchos solíamos ir 4 o 5 veces al año a cualquiera de estos dos destinos para huir del temple del altiplano y disfrutar del trópico, pero las recurrentes historias y experiencias de violencia desatada en ambos destinos acabaron por inhibir nuestras visitas.
  Últimamente, la curiosidad y el deseo de creer que por lo menos en las temporadas vacacionales la violencia debería ceder, muchos nos animamos a dar el voto de confianza y después de varios años, y a contrapelo de varias opiniones, lanzarnos a visitar estos destinos.
  En los dos casos nos encontramos desde luego con una gran belleza natural innegable. Muy conocida por todos pero no por eso menos deliciosa. En Acapulco sorprende gratamente el que toda la gente hace hasta lo imposible para que el turista disfrute su estancia. El municipio destacó todo un cuerpo policiaco y de asistencia al turista que ayuda hasta a cruzar la Costera casi casi de la mano al visitante. Se nota que empresarios, gobierno, prestadores y comunidad se están esforzando para revertir la pésima imagen que la violencia ha generado. En Veracruz se nota una gran inversión en áreas públicas, como el Malecón, que hace muy disfrutable el paseo de lugareños y visitantes.
  Pero, por desgracia, el crimen y la voracidad tienen su propia, egoísta y miserable dinámica. Unos pocos días después de nuestro regreso a la Ciudad de México, y cuando ya estábamos hablando bien de Acapulco, surge la trágica noticia de asesinatos en las palapas ubicadas en plena Playa Tamarindos. Un verdadero escándalo que lamentablemente echa a perder el gran esfuerzo que la población, gobierno y fuerzas armadas realizan para mejorar la seguridad y la imagen de Acapulco.
  Por otra parte, la voracidad de malos prestadores de servicios en Veracruz ayuda a no poder reposicionar al Puerto Jarocho: Las palapas aledañas al Acuario de Veracruz se constituyen en una verdadera “tourist trap”, donde por sistema dan “caballazo” al visitante intentando cobrar hasta 40% más de lo pactado con cínicas e insostenibles triquiñuelas dignas de marrulleros de quinta, como si fuera su sagrado derecho cobrar de más.
  Harían bien los empresarios honestos, la población en general y las propias autoridades en emprender unidos una verdadera cruzada para erradicar este tipo de conductas, que echan por tierra muchos esfuerzos que se realizan para mejorar y superar la mala imagen. No es justo que por unos cuantos elementos nocivos se empañe el trabajo de la mayoría.
  Hace algunos años en el Sur de Italia, agobiada por la acción de la mafia, pueblo y autoridades, verdaderamente unidos, lograron controlar al hampa. Quizá sea el camino a seguir, de otro modo, los capitalinos prudentes seguiremos sin poder acceder a las entrañables playas de nuestra infancia.  


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