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La influencia francesa en Montreal no se limita a la arquitectura ­francó­fona, elegante y ornamental que se levanta entre las calles de la ciudad, también se percibe en la oferta gastronómica que nos remonta a las raíces de la provincia de Quebéc, nos transporta a la ciudad parisina a través de cafés en pequeñas terrazas con bebidas calientes y pan recién horneado, acogedores bistrots con fachadas de piedra o madera entre los callejones empedrados del Vieux-Port donde sirven vinos, patés, pato confitado y créme brûlée; sin olvidarse de los restaurantes de técnica y alta cocina francesa.

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Pero lejos de disfrutar foie gras en Laloux, Au Pied de Cochon o Decca77, Montreal tiene una gastronomía compleja en la que se refleja diversidad, multiculturalidad generada tras posicionarse como hogar de diversas nacionalidades; derivando así, en la incorporación de platillos o fusionando cocinas para crear propuestas y bastas ofertas culinarias para encantar paladares con distintos antojos.

Aperitivo

Para abrir el apetito iniciaremos el recorrido destapando botellas en los bares y pubs junto a los expertos de Fitz & Follwell que invitan a vivir Montreal como un local y no como un turista. A pie o en bicicleta, un grupo de jóvenes lleva a viajeros a descubrir rincones e historias populares de su ciudad natal, haciendo paradas estratégicas en microbrasseries  para degustar malta y lúpulo de las bebidas creadas en las cervecerías artesanales del bohemio barrio Plateau.

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El tour se hace más atractivo porque se aprecian los murales del barrio pintados por artistas nacionales e internacionales quienes cada año se reúnen en un festival de street art para compartir su creatividad con el vecindario. Después de una caminata y unas cuantos choques de tarros, se incluye una visita al legendario Schwartz’s, mucha mostaza, pepinillos y generosas rebanadas de carne ahumada le han otorgado el título de los mejores sándwiches de Montreal desde 1927. La experiencia de las cervecerías concluye tomando una espumosa stout con notas de chocolate y café en convivencia con los chicos de Fitz & Follwell, quienes gustosos seguirán compartiendo los secretos de su ciudad. No salgamos del Plateau, sin recordar que es el lugar indicado para saborear el típico platillo quebecois llamado Poutine, compuesto de papas recién fritas con queso en cubos derretido al contacto con salsa caliente de carne, puede agregarse carne de cerdo o de res, las nuevas versiones incluyen aceite de trufa, pato, variedades de quesos o hierbas. Una bomba deliciosa calórica muy útil para días fríos… bueno, para cualquier tipo de clima y muy popular entre los jóvenes para comer durante las madrugadas antes de ser atacados por la resaca.

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Segundo tiempo

Continuaremos con las experiencias locales explorando los barrios de las comunidades migrantes de Montreal, habitantes descendientes de diferentes nacionalidades componen y forman una mixtura que ha traído beneficios específicamente en la comida. Por ejemplo el Barrio Chino de Montreal, alberga una de las comunidades asiáticas más grandes de América del Norte. Justo en la calle Gauchetière, un marco chino protegido por un par de leones invita a adentrarse en esta animada zona que guarda las recetas auténticas de platillos vietnamitas, tailandeses y por supuesto chinos. Fideos calientes o dim sums acompañados de té verde en Beijing, Little Sheep Mongolian Hot Pot, Maison Kam Fung o Nouilles de Lanzhou, siempre son buenas opciones para aminorar tardes lluviosas.

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Tazas de espressos y pizzas con extra mozarella nos trasladan al país de la bota a través del barrio italiano La Petite Italy, pero además de sitios irresistibles como Pizzeria Napolitana, Caffé Italia y La Stellina, aquí se ubica el mercado Jean-Talón ideal para comprar coloridas frutas, verduras, flores, abarrotes; cremosos quesos, fresca carnicería y charcutería traída directamente de granjas de Québec; así como bebidas y vinos locales para comer ahí o llevar a un picnic en la montaña verde de Mont-Royal.

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De Rusia con amor llegó Isadore Shlafman para en 1919 abrir una panadería que años después mudaría a la avenida Fairmount, ganándose fama desde los sesenta como la mejor tienda de bagels. Fairmount Bagel Bakery sigue la misma y tradicional receta judía y se hornea a la leña, los más recomendables son los originales con ajonjolí, o los esponjosos de moras y chispas de chocolate. Shlafman es en parte responsable de que las ciudades de Montreal y Nueva York compitan por ser la mejor sede de este pan, la diferencia entre ambos es que en caso de los bagels neoyorquinos agrega sal a la masa y a los de Montreal miel.

Coronaremos el viaje culinario zarpando a bordo de un pequeño crucero de Le Québec Maritimé, donde una langosta de más de 500 gramos, king crab, mantequilla caliente y vino blanco espera en la mesa mientras se recorre el río Sant Laurent en un romántico y perfecto escenario: un atardecer de ida y de regreso la noche alumbrada por una luna llena sobre el Puente Jacques combinada con destellos de luces de la ciudad.

De Postre

La materia prima canadiense es protagonista de los finales dulces, miel de maple o jarabe de arce se produce en la provincia de Québec. Debido a que registra un volumen que podría llenar 24 albercas olímpicas, este néctar nunca es suficiente y además de verterlo sobre pancakes o waffles, se acostumbra a agregarse a todo lo que sea posible, galletas, caramelos, dulces suaves, bombones, centro líquido para chocolates, helados, tartas de frutas y hasta palomitas de maíz. Les Délices de l'Érable tiene amplia variedad de los postres mencionados, sumando mieles mezcladas con especies y aderezos. Si estamos de suerte, encontraremos puestos callejeros con paletas de maple puro, hechas sobre una cama de hielo en el que se derrama miel sobre palitos de madera hasta congelarse el líquido.

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Afortunadamente, para contrarrestar los carbohidratos y azúcares —que se deben disfrutar sin culpa— Montreal es amigable para caminar sus calles o andarlas sobre patines o en bicicleta. Para una quema de calorías efectiva se puede practicar el deporte favorito de los mexicanos: las compras. Rue Saint Catherine tiene 15 km de boutiques y centros comerciales dignos de un maratón.
Por Ariadna Ramo


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