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Berlín es, a los ojos de muchos, la más excitante y dinámica ciudad de la Europa de hoy. Ir de compras es todo un espectáculo, la vida nocturna es escandalosa y llena de picardía. Mejor todavía, se jacta de tener los precios más accesibles del continente.


Autobuses de dos pisos esperan a los pasajeros en casi todas las esquinas, y para mí no hay mejor modo de familiarizarme con una ciudad que con una gira panorámica. En Berlín la primera parada suele ser el reconstruido Reichstag, hoy día Bundestag o Parlamento Federal. En 1933 el fuego destruyó el interior, y el que era entonces el nuevo canciller (primer ministro) Adolf Hitler echó la culpa del incendio a los comunistas, rivales de su propio Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Para aplastarlos exigió y obtuvo poderes dictatoriales.
Alemania se convirtió en un estado policíaco. Los escombros donde antaño se alzó la jefatura de la Gestapo, llamado hoy la Topografía del Terror, están rodeados por fotografías de las víctimas más destacadas. Se está planeado un museo, que probablemente exhibirá horcas y más. Berlín ya tiene su Monumento a los Judíos Asesinados de Europa.
Hitler inició la Segunda Guerra Mundial y Berlín quedó virtualmente destruido, primero por los bombardeos aliados y luego por el Ejército Soviético durante la Batalla de Berlín. Los restos de la Iglesia Conmemorativa del Kaiser Guillermo se alzan desmoronándose entre las esbeltas nuevas tiendas, hoteles y almacenes a lo largo del Kurfürstendamm, una de las avenidas más de moda para ir de compras. En la Wilhelmstrasse puedes ver dónde se mató Hitler allí donde antaño se alzó la Cancillería del Reich. El edificio ha sido sustituido por un raído edificio que alberga un restaurante chino llamado el Pato Pekinés.
Hasta hace unos 15 años, Berlín era una ciudad dividida ocupada por las cuatro potencias que ganaron la Segunda Guerra Mundial.  Un muro separaba el Sector Soviético, muro que corría más allá de la Puerta de Brandenburgo, el más famoso de los monumentos de Berlín. Unas cuantas cuadras más allá se alza una copia de Checkpoint Charlie, el puesto del Ejército de Estados Unidos donde los turistas, cuando existía el muro, podían cruzar del Oeste al Este. Llamado el “Muro Antifascista”, sólo tenía unos dos metros de altura, lo cual no imponía gran cosa. Pero del lado oriental cualquier persona que se acercara demasiado se arriesgaba a recibir un balazo.
En el Berlín Occidental se limpiaron los escombros de la guerra y se levantaron nuevos edificios. En el Berlín Oriental se remendaron y repararon donde se pudo los edificios dañados. Los soviéticos, que conquistaron Berlín, se quedaron para sí mismos con el corazón de la antigua ciudad, incluyendo die Mitte, el centro. Hoy esa es la región en la que querrás estar. Avenidas como Unter den Linden  y Friedrichstrasse son los sitios en que está toda la emoción. La Avenida Stalin es ahora la Avenida Carlos Marx. El pasado no debe ser olvidado. Marx, después de todo, era alemán.


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