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• La designación de la gastronomía, el folklore y las formas de vida tradicionales de México como Patrimonio de la Humanidad.
• La importancia de la pervivencia de la diversidad cultural autóctona frente al embate extranjerizante y de los vende-patrias.

La muy honrosa distinción que nuestro país ha recibido de la UNESCO, da una gran oportunidad para reflexionar acerca de la importancia que reviste nuestra diversidad cultural. Es importante recordar que la esencia de lo mexicano, lo que realmente nos distingue en el concierto de los países, es nuestra herencia indígena, que está presente en todas las manifestaciones de civilización mexicana, empezando con el propio nombre del país y con nuestra bandera, que son desde luego esencialmente indias.
Antropólogos, sociólogos y demás especialistas coinciden todos en que las particularidades indígenas de nuestro país son las que dan identidad a lo mexicano, y esto siempre es celebrado y presentado con orgullo en cualquier foro internacional o turístico. Por desgracia, esto con frecuencia convive al mismo tiempo con una constante discriminación interna hacia el elemento indígena e incluso mestizo de nuestra composición étnica, dando como resultado una absurda paradoja: Se ensalzan y se celebran las realizaciones de las culturas indias prehispánicas, mientras que al indio contemporáneo y a los mestizos con mayor componente indígena se les discrimina en su propia tierra.
Y es que en los doscientos años que este país tiene de existencia, las decisiones más importantes a la hora de construir el estado y el orden social han recaído siempre en una élite mayoritariamente criolla que generalmente no se ha preocupado por mejorar la vida del indígena o del mestizo con mayor componente indígena, antes al contrario: Por todos los medios la mayor parte de la élite, con sus honrosas excepciones, siempre ha buscado despojar a las masas indígenas y mayoritarias del país. La lucha por la tenencia de la tierra es un buen ejemplo: Siempre están los pueblos y comunidades indígenas y tradicionales en riesgo de ser despojados de sus tierras, los casos de Atenco, de los indígenas ecologistas de Oaxaca y la perenne amenaza panista y de los mal llamados “desarrolladores” turísticos de querer vender playas a extranjeros, son ejemplos recientes de como ejidos y comunidades tradicionales tienen que estar siempre a la defensiva para evitar el despojo.
Pero también existe una tendencia en la mayoría de la élite criolla de este país para denigrar lo indio en beneficio de lo extranjerizante. No puede ser de otra manera si la élite que conduce el país se concibe a sí misma como de origen extranjera y por tanto ajena a lo que le ocurra al indígena mazahua, zapoteca o rarámuri: Simplemente el señor Carlos Slim, de origen libanés, o la familia Saba de origen judío, o la familia Azcárraga de origen español, no sienten ningún tipo de solidaridad ni de identificación étnica, lingüística o social con los chamulas, los huicholes o los purépechas. Para Slim, los Saba o los Azcárraga, los componentes indios y mestizos no son más que elementos explotables a los cuales se les puede cobrar proporcionalmente mucho más por los bienes y servicios que prestan sus empresas, en relación a lo que se paga en cualquier parte del mundo, mientras que procuran pagar mini-salarios de a 54 pesitos diarios. El desprecio que demuestran por las masas es más que evidente en la forma en que sus empresas operan. Y es que ellos se sienten ajenos a la realidad del indio y del mestizo. Son “mexicanos” por conveniencia en el papel de su pasaporte y para obtener negocios y  monopolios, pero en su círculo social e íntimo se consideran a sí mismos libaneses, judíos o españoles, incluso llevando doble nacionalidad. Así, al no sentirse identificados con las mayorías, no tienen escrúpulo en explotarlas.
De esta forma, los modelos que crean sus medios de comunicación y sus grandes empresas son mayoritariamente extranjerizantes y a favor de la desmexicanización de los bienes de producción: Van enseñando a las masas a despreciar lo mexicano a favor de lo extranjero, a tal punto que, hoy por hoy, en México ser o parecer extranjero da más ventajas que ser o parecer indio: Cualquier entrada de discoteca o de establecimiento exclusivo lo puede corroborar.
En estas condiciones, es imprescindible meditar en que nuestras formas culturales y la distinción que nos hizo la UNESCO deben ser oportunidad para meditar en los cambios de mentalidad y en una verdadera revolución cultural, que permita el que las mayorías indias y mestizas del país tomen el control de las principales decisiones de México. Esto constituye la única forma de salir del subdesarrollo y de la desigualdad, pues mientras los únicos que tomen decisiones sean extranjerizados, difícilmente se podrá defender el interés nacional y el bienestar de las mayorías.
Por su importancia, seguiremos tratando este tema en próximas entregas.


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