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¿Quiere una sugerencia de última hora sobre un sitio adonde largarse por unos pocos días antes de febrero?  ¿Qué le parecería manejar hasta Xilitla en la Huasteca potosina y visitar uno de los monumentos más curiosos construidos en este siglo que está por concluir?
Estamos hablando de Las Posas, esa maravilla surrealista construida a la orilla de la selva por un tipo excéntrico fabulosamente rico, un tal Edward James, que aseguraba ser nieto bastardo de un Rey de Inglaterra.
Ahora es un buen momento para hacerle una visita. Tal como están las cosas, la obra maestra de James tal vez no resista mucho tiempo los embates de la naturaleza.
Las Posas es un rinconcito más allá de las plantaciones de café y de los plataneros, hundido entre helechos y lianas que trepan alrededor de imponentes troncos leñosos en una selva tropical envuelta en un velo de bruma.
En medio de unas 30 hectáreas de follaje, se mecen en la brisa unos tallos de bambú de concreto. Víboras de cemento, de tamaño irreal, en las que rezuma la viscosidad de un moho verde, se yerguen junto a un sendero cubierto de maleza. De la tierra salen dos enormes manos extendidas. Una grandiosa escalera se alza solitaria, dirigiéndose a lo alto, hacia el vacío.
El nombre de Las Posas viene de nueve charcas alimentadas por cascadas de agua que se despeñan de arroyuelos nacidos en manantiales. En un principio, Edward James llegó a este Edén selvático para cultivar orquídeas, y después edificó su obra maestra.
Nacido en 1907, James creció en una mansión de unos 350 cuartos en una finca inglesa de 2,500 hectáreas. Aseguraba que su madre había sido hija bastarda del Rey Eduardo VII. El joven heredó “toneladas de dinero” con las que, al parecer, compró su ingreso al rutilante mundo del arte que resplandeció con tanto brillo entre las dos guerras mundiales.
Poeta que publicó sus propias obras, novelista fallido, James se ganó un lugar como mecenas benefactor que encargaba ballets y sinfonías, coleccionaba pinturas y patrocinó la muestra de Salvador Dalí “El sueño de Venus” en la Feria Mundial de Nueva York de 1939.
Sin embargo, James sentía que por su riqueza era desdeñado por aquellos a los que ayudaba. Abandonado y ridiculizado por una bailarina que hoy en día habría sido una estrella porno, derivó hasta las afueras de Hollywood en la década de 1940 y se siguió hasta México en la de 1950, en busca de una felicidad que le fue esquiva hasta que se estableció en Xilitla.
En Las Posas creó por fin Edward James un arte digno de ser conservado. El inglés invirtió en el proyecto una suma que se estima en cinco millones de dólares. No llegó a completarse ninguna de las veintitantas estructuras de la finca. A James se le ocurría una idea, empezaba a trabajar en ella y luego pasaba a otra cosa, según dicen personas que lo conocieron. Era un esteta, pero no era muy bueno para dar remate a las cosas.


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