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• Comentarios sobre una noticia buena y una mala para el turismo mexicano.

• La explosión en la Riviera maya y la designación de Patrimonio de la Humanidad a la gastronomía, la música y las formas de vida mexicanos.    

• La sustentabilidad amenazada Vs. La deseable conservación.

Como ocurre en muchos relatos populares, la actualidad turística en estos últimos días ha traído una noticia muy mala y una muy buena. Por un lado se tiene el muy lamentable asunto de la explosión en el Hotel  Princess Riviera Maya donde al menos 7 turistas canadienses perdieron la vida mientras que otros 17 visitantes  quedaron heridos.   A estos últimos hubo de sumar las lesiones causadas por el agresivo cuerpo de seguridad del hotel que con gran saña se aplicó en contra de los periodistas que haciendo su trabajo querían documentar el hecho.


Este asunto es muy vergonzoso por varias razones. La primera versión del hecho hablaba de una acumulación de gases por haber sido construido sobre zona de manglares. Como siempre ocurre en estos casos, la autoridad responsable se apresura a desmentir los hechos sin que todavía existieran evidencias concretas que pudieran acallar la versión original.
El lógico “sospechosismo” resultante trae como consecuencia que si la explosión se debió a cualquier causa ajena al manglar, simplemente ya no se creerá, sobre todo si se toma en cuenta que el hotel aludido ya había sido clausurado dos años antes –junio de 2008--precisamente por violar las normas ambientales que prohíben construir sobre manglares. Si a esto sumamos que el diario Milenio del 17 de noviembre informó que tal clausura fue luego levantada gracias a la intervención de Carlos Joaquín González, entonces alcalde del municipio de  Solidaridad y actual Presidente de la Comisión de Turismo de la Cámara de Diputados, tendremos que el “sospechosismo” está plenamente justificado.
Lo que en todo caso debe quedar claro es que destruir los manglares para construir hoteles, marinas o condominios lo único que ocasiona es daños irreparables en el corto mediano y largo plazo, pues constituye un verdadero atentado contra las condiciones de seguridad del área afectada. Hay que recordar que un manglar destruido ya no puede proteger al litoral de los estragos del viento, de los huracanes, de los “tsunamis” o de las inundaciones.
Además, y como ya quedó demostrado en este caso, las naturales emanaciones de gases generados por la materia orgánica que queda debajo de las construcciones destructoras de manglares pueden generar riesgos de explosiones precedidas por perennes y nauseabundos olores que nada tienen que ver con una estancia placentera en un hotel de vacaciones.
Debe entenderse que si se quiere asegurar la sustentabilidad, que precisamente se refiere a mantener condiciones  que permitan la operación turística sin dañar ni a la sociedad ni al entorno, entonces debe prohibirse efectivamente la destrucción de manglares y procurar construir a una distancia razonable del litoral. En este espacio hemos insistido mucho al respecto. Lo refrendaos nuevamente.
Pasando a algo mucho más agradable, la honrosa distinción que acaba de hacer la UNESCO  a nuestro país, por la que la gastronomía, la música y las formas de vida tradicionales de México son ya Patrimonio Cultural de la Humanidad, es muy digno de celebrarse, pues aparte de que constituirá oportunidades adicionales de negocio para muchos restauranteros, hoteleros y demás empresarios del turismo, también representa un compromiso para salvaguardar nuestra biodiversidad y nuestro legado cultural tan amenazado por las influencias extranjerizantes y vende-patrias tan en boga. El asunto no es menor, y por eso en próximas entregas trataremos más el tema


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