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• La violencia matando al “puente de muertos”.
• El corredor turístico más importante del país severamente afectado.
• Ya ni a las quesadilllas de Tres Marías se puede ir sin riesgo de asalto.
• Gloria Guevara ajena a la realidad.

La tradicional festividad relacionada con el “día de muertos” siempre ha sido una oportunidad para que millones de mexicanos realicen algún periplo. Con frecuencia se empalman tres o cuatro días de asueto que permiten a muchas familias disfrutar un escape hacia los distintos destinos turísticos.
Uno de los corredores turísticos más socorridos es el que ofrecen los estados de Morelos y Guerrero, pues la gran aglomeración capitalina alimenta los balnearios morelenses y los pueblos y playas surianas con nutridas corrientes turísticas a lo largo de la Autopista del Sol y carreteras aledañas.
Desafortunadamente, en fechas recientes se han registrado innumerables casos de violencia precisamente en esta región: Amenazas twitteras del narco y balaceras en Cuernavaca; frecuentes reportes de robo de vehículo a mano armada en los caminos de Morelos, especialmente hacia los parajes de las Lagunas de Zempoala y hasta usando el paradero de Tres Marías como estratégico observatorio para seleccionar a las víctimas idóneas; Secuestros simultáneos de hasta 40 personas en Acapulco; balaceras en distintas zonas del puerto y la percepción generalizada de inseguridad.
Lo que antes oíamos que sólo ocurría en la frontera y en el Norte del país está acercándose peligrosamente y ya invadió el corredor de vacaciones favorito de los capitalinos, lo cual desde luego motivó un descenso significativo de la ocupación hotelera: En un puente que se consideraba como de los mejores del año, Acapulco tuvo zonas en las que apenas se utilizó el 30% de la capacidad instalada.
Lo anterior es reflejo de lo que insistentemente se ha denunciado en este espacio: El daño que se está ocasionando a la economía general y al turismo en particular por el absurdo de insistir en una supuesta “guerra contra el narcotráfico” que no ha servido para nada, pues la corriente de droga hacia Estados Unidos no solo no se ha detenido, sino que ha aumentado, al igual que lo ha hecho el flujo de dólares y armas que entran al país. Y es que mientras en Estados Unidos florezca incesantemente la demanda de estupefacientes es iluso pensar que no se sustituirán  unos a otros los narcotraficantes para ocupar los lugares que momentáneamente dejan los que mueren o son apresados.
Hay que entender que el narcotráfico es un negocio y se comporta siguiendo los lineamientos económicos como cualquier otro: Mientras exista la demanda de droga, siempre existirá la oferta de la misma, por más soldados o policías que se destaquen en su contra. En realidad el narcotráfico es más un problema de salud pública de los Estados Unidos, que absurdamente el calderonato ha tomado como propio, trayendo a México innumerables perjuicios: Nuestro país está poniendo los muertos, la sangre, las ejecuciones, el deterioro de su imagen pública, el perjuicio para su economía y desde luego para el turismo, mientras en cualquier parte de Estados Unidos el consumidor de droga puede adquirirla con toda comodidad y sin ser molestado por las autoridades.
El propio secretario de economía, Bruno Ferrari, ya reconoció que la violencia está dañando seriamente a la economía mexicana ¿Porque entonces la secretaria de turismo parece no enterarse del asunto? Cuando tomó posesión establecimos en este espacio que su mayor reto iba a ser el enfrentar a su jefe para concientizarlo de los daños y perjuicios que su absurda “guerra” estaba causando al turismo, pero parece ser que ha preferido “flotar” y hacer como que no ve la realidad, llegando al increíble extremo de soñar con ¡situarnos entre los cinco países mejor posicionados en materia turística!
Quizá para sacarla de su marasmo y ensoñación convendría que fuera a dar una vueltecita en su camioneta y sin escolta por los caminos alrededor de Cuernavaca o de las Lagunas de Zempoala, para que viera la realidad a la que cotidianamente se enfrentan los valientes que se animan a moverse por esas carreteras y que frecuentemente tienen que regresar, si regresan, asustados y sin camioneta.


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