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• El ocio como esencia del turismo.
• Su valoración ética.

A veces es necesario recordar cuáles pueden ser los motivadores esenciales de una actividad, y en materia de viajes es imprescindible hacer esta valoración teórica para efectos de una correcta interpretación del fenómeno turístico y de sus implicaciones sociales, económicas y culturales. Del mismo modo esto resulta muy importante para la planeación de la actividad turística de una localidad e incluso de un país, así como para orientar los esfuerzos de mercadotecnia turística tanto a nivel micro como en una perspectiva agregada.
Empecemos por establecer que, en razón de su motivación, los viajes pueden ser “heterocondicionados” o “autocondicionados”. Los primeros se originan por causas que no dependen estrictamente del deseo del viajero, sino que la motivación es básicamente externa. El mejor ejemplo es el viaje de negocios, (nec-otium en latín), este tipo de viajes se realizan en razón de una necesidad productiva, es decir, es un viaje que “tiene que hacerse”. En la misma categoría de viajes motivados externamente al puro deseo del viajero estaría el viaje por cuestiones de salud, o los viajes motivados por compromisos familiares o sociales.
En contraste, los viajes autocondicionados, implican que el viajero es motivado por el puro deseo de utilizar su ocio para algo que encuentra placentero o de su gusto. Es decir, son viajes motivados esencialmente por el ocio. En este punto ya puede encontrarse una primera gran división de los motivadores del viaje: Existen viajes motivados por el negocio, esto es la negación del ocio, y viajes motivados por el ocio.  
Los viajes por negocio implican que el viajero requiere de instalaciones, servicios, y apoyos para realizar la labor o el compromiso que origina el viaje. Muchísimas entidades y empresas están especializadas precisamente en ofrecer a este tipo de viajeros tales facilidades, y la diferenciación entre los servicios o localidades especializados en este tipo de viajeros generalmente se da en función de la eficiencia y eficacia con que se atiende al viajero.
Un campo mucho más complejo y fascinante es el que corresponde a los viajes motivados en el ocio pues implica una dimensión ética referida a la sabiduría con que se sabe emplear el ocio, pues este puede tener connotaciones y efectos positivos, pero también aspectos y secuelas negativos. El ocio tiene el doble carácter de ser, por un lado, el motivador de lo más sublime del ser humano, pero también el de ser “el padre de todos los vicios”, y este doble carácter es transmitido directamente al turismo, por lo que éste también puede ser muy positivo y sublime para el viajero, la sociedad que lo recibe y el medio ambiente natural; o convertirse en un elemento dañino para el propio viajero y depredador para el entorno social y natural que lo acoge.
Esta es la razón de que existan formas de turismo muy positivas para todos, pero que también se den formas de turismo indeseables por sus efectos destructores: El turismo cultural o el turismo basado en actividades de acercamiento respetuoso a la naturaleza son ejemplos de turismo fundamentado en un ocio enriquecedor. Por el contrario, el turismo basado en adicciones o el embrutecimiento, Vr. Gr. el de casinos o abuso de alcohol, sólo puede traer consecuencias negativas a todos los involucrados.
Es bueno recordar esta reflexión ahora que estamos en el umbral de un nuevo periodo sexenal: No permitamos que la actividad turística sea rehén de un ocio pernicioso, y sí de uno esencialmente virtuoso.


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