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Las compañías aéreas que ofrecen servicio de primera clase, por lo general, lo encuentran muy rentable. Puede ser que sólo haya ocho asientos de primera clase en un Airbus 380, que tiene espacio para casi 850 pasajeros, pero los sillones de primera clase proporcionan prácticamente la mitad de los ingresos ganados por vuelos que tienen, según la revista Aviation International News.
¿Qué obtienen los pasajeros a cambio de una tarifa superior? Comodidad. Un asiento de clase turista en un avión es como uno en el  Metro, aunque nadie tiene que viajar de pie. La clase turista -- que ofrece menos que “business class” -- en realidad es tercera clase. Según la línea aérea, las incomodidades van desde el espacio limitado –algunas compañías ofrecen  un poca más de espacio a cambio de una cuota  adicional – hasta un cargo por documentar el equipaje. Los alimentos ya no son gratuitos en vuelos nacionales de líneas extrajeras y las bebidas alcohólicas son vendidas a un precio que fomenta la abstinencia.
Para ser justos, nosotros los pasajeros solamente podemos culparnos a nosotros mismos. Buscamos  las tarifas más bajas disponibles, una búsqueda que parece que ha llevado a muchas aerolíneas a la bancarrota. Otro resultado: no todo primera clase es primera clase. A bordo aerolíneas norteamericanas lo mejor que puede decirse es que es mejor que clase turista.
Por ejemplo, hay los pocos pero felices pertenecientes al "uno por ciento," tan despreciados en los últimos meses por los indignados "99 por ciento.” Ellos son los que protestaban por su condición desde Wall Street hasta la Bolsa en la ciudad de México.
Los que se encuentran en el "uno por ciento" no son sólo los traficantes de drogas o estrellas de cine. Mitt  Romney, un empresario obviamente exitoso transformado en político que aspira a convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos, reveló que sus inversiones le  dan algo así como 57,000 dólares al día. El  precio de un boleto de primera clase a Europa no lo dejaría sin dormir.
¿Qué conseguiría por su dinero? Que lo consientan,  sí, pero ¿en qué medida?
La brecha entre primera clase y clase turista nunca había sida tan amplia. Algunas aerolíneas están ofreciendo suites privadas para pasajeros de primera clase, junto con comidas gourmet, vinos raros y niveles de servicio como los que sólo se encontraban en jets privados.
Algunos ofrecen masajes antes de despegar, llevan a sus pasajeros a través de filas especiales de aduana y los transportan en limusina directo al avión (los pasajeros de clase turista van en un autobús). Una línea ha instalado duchas a bordo, aunque (¡qué horror!) éstas deben ser compartidas.
Hablando de jets privados, Lufthansa puede proporcionar estos,  también. Son útiles para los pasajeros que llegan a Frankfurt o Munich y quieren continuar hacia algún lugar como Berlín o Davos.


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