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Por Daniel Olivares Villagómez.

  • “Gentrificación” y Turismo.

La llamada “gentrificación” es uno de los fenómenos más interesantes que se han venido dando en los últimos años. Tiene su explicación en varios factores, uno de ellos es el avance de la tecnología, que permite estar “conectado” desde prácticamente cualquier lugar del mundo, un impulso muy importante a este respecto ha sido la “postpandemia”, en la que millones de empleados y ejecutivos se habituaron al “home office”, y ya no quieren regresar a la oficina, pero que una vez relajadas las restricciones se ha ido convirtiendo en lo que yo llamaría “Wherever Office”, es decir, cualquier espacio con conexión “wifi” es susceptible de convertirse en lugar de trabajo. Esto, combinado con la relativa disponibilidad de transporte aéreo rápido, eficiente, y muy deseado después del confinamiento, ha llevado a que millones de personas decidan trabajar desde lugares que encuentren interesantes, muchos de ellos evidentemente turísticos.

Todavía no hay una palabra en español aceptada por las academias de la lengua para describir el fenómeno, pues el término “gentrificación” es un neologismo procedente del inglés “gentry”, referido a estratos de la nobleza que fueron haciéndose de inmuebles otrora propiedad de plebeyos, sobre todo en Londres, y que obligó a éstos a migrar a espacios más periféricos.

 

En nuestro país casos emblemáticos de “gentrificación” son el de la colonia Condesa en la Ciudad de México, primer caso urbano claramente visible, en donde un área muy lastimada y deteriorada por el temblor de 1985, fue objeto de interés de inversionistas que se dieron cuenta del valor artístico y cultural de la zona, creando establecimientos de alimentos y bebidas en un barrio antes esencialmente habitacional. Los antiguos residentes fueron paulatinamente retirándose, y fueron sustituidos por negocios y nuevos habitantes de alto poder adquisitivo.

 

Algo similar ya había venido ocurriendo con décadas de antelación en poblaciones como San Miguel Allende, la Ribera del Lago de Chapala y desde luego en los terrenos costaneros aledaños a las hermosas playas del país. Pero la postpandemia ha disparado el fenómeno a muchísimos lugares recientemente “descubiertos” por extranjeros, inversionistas y ciberoficinistas: Ya hasta barrios populares como la Colonia Obrera ha visto el surgimiento de organizaciones de vecinos para defenderse de la “gentrificación” que sienten los acosa. (Ver el excelente reportaje de Carlos Acuña, “La Obrera se levanta. Breve historia de un barrio popular contra la gentrificación”, en gatopardo.com)

 

Otro factor que ha venido impulsando incesante e imparablemente el fenómeno de la ”gentrificación”, ha sido el advenimiento de las plataformas de hospedaje, que han permitido el que cualquier recámara o inmueble, por pequeño que sea, tenga posibilidad de publicidad y contacto global con posibles clientes. Así las cosas, es previsible que este fenómeno siga creciendo con cada vez mayor intensidad.

 

¿Qué significa esto para los empresarios turísticos convencionales? Sin duda habrán de adaptarse a esa realidad, y junto con los pobladores locales buscar opciones de participación comunitaria e incluso de incidencia política y legislativa para, en lo posible, intentar dirigir el fenómeno, por lo menos hacia objetivos en que se maximice el beneficio de los pobladores y empresarios locales y se minimice la desaparición o desplazamiento de los residentes originales.          

  


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