• Las mejores playas del mundo. • La terapia de la tumbona. • Una realidad que debe aquilatarse para el desarrollo.
El Turismo denominado de “Sol y Playa” sigue siendo la modalidad favorita de los viajeros que buscan la relajación, que sólo puede dar, en términos de estudios del fenómeno del ocio, lo que se conoce como el “dolce far niente”. Y es que la agitada vida urbana, las presiones cotidianas y el “stress”, llevan a cada vez más gente a buscar la posibilidad de evadirse, aunque sea unos cuantos días, a lugares cercanos a la playa, para poder descansar cómodamente a la orilla del mar.
• Los centros comerciales en México. • Voracidad y fealdad contra tradición y diversidad.
La actividad mercantil ha estado desde siempre ligada al concepto de turismo: De hecho hay que recordar que los más célebres viajeros en las distintas épocas estuvieron de una u otra manera ligados al comercio.
• El “Gran Premio” y el “puente” de día de muertos: Oportunidad para la recuperación. • Autódromo, catrinas, cráneos, ofrendas y calaveritas se combinan surrealistamente para reírse con la muerte y apuntalar el “México está de pie”.
La actividad turística mexicana inicia su recuperación tomando la gran oportunidad que representa la programación del muy importante evento internacional del “Gran Premio de México” del 29 de octubre, que conecta fácilmente en virtud del calendario con el “puente” del día de muertos.
• El pulmón y proyecto natural que se perderá con el “nuevo” aeropuerto. • Adiós a reserva natural y a proyectos recreacionales y turísticos. • Más presión sobre un área urbana sobresaturada que se cerrará sobre sí misma. • Especulación inmobiliaria a expensas de bienes públicos siguiendo el modelo del corredor Chapultepec de Salomón Chertorivski y de Santiago Levy en el Parque Delta. El “nuevo” aeropuerto implica el renunciar a la vocación ecológica del último gran terreno llano y natural con que cuenta la ciudad. A partir de su ocupación como aeropuerto y para construcciones, se cerrará completamente la mancha urbana haciendo que la urbe se atrape a sí misma para siempre, sin tener ya un escape natural libre de construcciones.
Los muy lamentables hechos del nuevo 19 de septiembre trastornaron entendiblemente todo el andamiaje social de la Ciudad de México y de varios otros estados del país, sobre todo por la conjunción con el sismo del 7 de septiembre, sus réplicas y otros desastres naturales de temporada. Dentro de la enorme tragedia que representa el embate sísmico, cabe, para los que tenemos la edad suficiente para haberlo vivido, la comparación con el primer 19 de septiembre. Los treinta años de cultura de protección civil que generó el primer 19 de septiembre es indudable que dieron sus frutos.
