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Categoría: Análisis Turístico
La onerosa vida nocturna mexicana.
El alcohol, la corrupción y las mafias.

A riesgo de parecer aguafiestas habiendo pasado apenas la época decembrina en que los brindis están a la orden del día, cabe reflexionar acerca de la realidad de nuestra vida nocturna: Para los viajeros experimentados que conocen las realidades de muchos otros países, llamará la atención el que, proporcionalmente al salario promedio, la gran mayoría de las actividades de diversión nocturna en nuestro país son incomparablemente más caras que en otras latitudes. Esto obedece a muchos factores, pero entre los principales podemos anotar la corrupción y la consecuente operación de mafias que se derivan de antecedentes históricos que siguen estando presentes: Hay que recordar que para poder convertir a la Nueva España en colonia, los peninsulares tuvieron que echar mano de mecanismos psicológicos de dominación muy diversos, pues sólo unos cuantos miles de españoles tenían que controlar a varios millones de indígenas, por lo que el continuo uso de la fuerza no era recomendable. Lo ideal era buscar controlar al indígena  mediante su alcoholización paulatina.
Debe tenerse presente que antes de la llegada de los españoles, en América se desconocía la técnica de la destilación, pues la única bebida alcohólica que se utilizaba era el pulque, fermentado del aguamiel, que solo se consumía con fines rituales y sólo por los más venerables ancianos de las comunidades en ocasiones muy especiales: De hecho la ebriedad no estaba permitida y se castigaba severamente.
Los conquistadores trajeron alambiques, y con ello empezaron a destilar potentes espirituosos con los que buscaron enviciar a los naturales, con el fin de poderlos manipular más fácilmente. Desde entonces las masas populares de nuestro México han sufrido una constante inoculación de la adicción alcohólica, que se inicia a muy temprana edad y que es fomentada cultural  y hasta oficialmente: Prácticamente no hay festividad en que no se abuse del alcohol, con las innumerables consecuencias trágicas que el abuso conlleva.
Todos los niveles de gobierno desde entonces, han visto en el alcohol una forma lícita e ilícita de hacerse de ingresos: Los impuestos al alcohol y las licencias para su venta y distribución son parte de la forma lícita. Las “mordidas”, cochupos, extorsiones y demás lindezas son parte de la ilícita, que en muchas ocasiones va agregada a la lícita.
Así las cosas, los inspectores de alcoholes de los municipios y delegaciones hacen estupendos negocios condicionando el otorgamiento de licencias y permisos para venta de alcohol y para que los establecimientos puedan abrir a altas horas de la noche, mientras que las autoridades hacendarias hacen su agosto elevando lo más que pueden los impuestos a la producción de alcohol. Por su parte, las bebidas más populares están sujetas a monopolización, como la cerveza, por ejemplo, que está manejada por un duopolio que mantiene altísimos los precios al público y que condiciona el abastecimiento a restaurantes al manejo “en exclusiva” de sus productos.  
El resultado combinado de todo lo anterior es que el consumidor acaba pagando unos sobreprecios enormes cuando decide ir a una disco, un “antro” o simplemente a un bar o restaurante.
Las comparaciones son odiosas, pero en este caso muy necesarias: En Europa, la mayor parte de Sudamérica, y en muchas otras latitudes, el alcohol se vende y se consume libremente, hasta en el equivalente de nuestras misceláneas, a precios proporcionalmente muchísimo más bajos que los que se tienen que pagar en nuestro país, sin que se tengan niveles de alcoholismo tan escandalosos como los que se sufren en México, en donde el pueblo típico tiene una proporción de borrachos inimaginable en otras latitudes.
El impacto de todo esto para el turismo es obvio: La imagen de muchos de nuestros centros turísticos está asociada indisolublemente al abuso del alcohol, con lo cual la vida de las comunidades receptoras está frecuentemente perjudicada.
Pero el asunto va más allá, pues mientras los medios de comunicación, los estratos dominantes y hasta el gobierno fomentan el desmedido consumo del alcohol, es lógico que las masas alcoholizadas ni siquiera se den cuenta del despojo que unos cuantos realizan cotidianamente de las riquezas naturales y económicas de nuestra nación: Mientras exista oportunidad de intoxicarse con alcohol las masas difícilmente se percatarán de que ganan 60 pesitos diarios, ni de que una gran parte de esos pesitos irá a parar a los bolsillos de los leoninos productores de alcohol, de los funcionarios corruptos, del gobierno y de las mafias de “coyotes”, “gestores” y de muchos propietarios abusivos de establecimientos controlados por gangsters.