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Categoría: Análisis Turístico

Por Daniel Olivares Villagómez.

El nuevo año trae noticias con diferente sentido para el mundo en general y para la industria turística en particular. Por un lado, la esperanzadora producción y distribución de vacunas contra el Covid 19 alienta el paulatino impulso hacia una perspectiva positiva. Los gobiernos intentan llevar a cabo el proceso de vacunación de la mejor forma posible. El reto no es menor: Los procesos de producción y sobre todo de distribución pueden llegar a ser muy complejos e implican contar con logísticas muy sofisticadas para manejar las vacunas que requieren temperaturas en extremo bajas. Es también un dilema ético el que solo unos cuantos países cuentan con los recursos suficientes para asegurar la adquisición de vacunas. Así pues, cientos o miles de millones de habitantes del planeta sencillamente no serán vacunados, lo que implica un severo riesgo, pues aunque los países desarrollados logren la vacunación universal para los habitantes dentro de sus fronteras, al exterior de ellas el virus seguirá causando estragos, y tarde o temprano las consecuencias negativas del acaparamiento de vacunas se revertirán hacia los países vacunados en un mundo interconectado a través de las inversiones, el comercio y el turismo. Por eso es urgente el que los gobiernos escuchen las recomendaciones de la OMS en el sentido de que la adquisición y distribución de las vacunas tome en cuenta consideraciones solidarias para con los países y regiones pobres del planeta que no pueden hacerse con los fármacos. 

   

Asimismo, los países densamente poblados, con enormes desigualdades socioeconómicas, y con expedientes de pululante obesidad, y afecciones del tipo de la diabetes, como por desgracia es el nuestro, tienen un reto mayor pues el virus encuentra ahí su mejor oportunidad de expandirse: Brasil, México, el resto de Latinoamérica e incluso los Estados Unidos, se encuentran entre los estados más perjudicados. La suma de contagios y de lamentables defunciones siguen al alza en estas regiones y países, obligando a los gobiernos a aplicar los “semáforos rojos”. Los restaurantes, que habían ya iniciado una lenta recuperación, de pronto se ven sometidos a un condicionamiento difícil de sortear: La CDMX, por ejemplo, sólo permite atención limitada en espacios al aire libre, incluso invadiendo banquetas y carriles del arroyo vehicular en un esquema que esperemos sea temporal y sólo confinado a la emergencia.

Se han visto lamentables ejemplos de irresponsabilidad entre la población de muchos países, sobre todo como efecto de las celebraciones de fin y principios de año: Fiestas y reuniones que no pararon y que hicieron repuntar los contagios, desoyendo las instrucciones y el sentido común: Todavía increíblemente hay quienes no creen en la existencia del virus.

Ante todo esto, la industria turística está reinventándose: Los hoteleros y restauranteros con sus representantes se organizan para dialogar con las autoridades y lograr entendimientos para seguir operando y salvar los negocios y fuentes de trabajo, las aerolíneas buscan fórmulas novedosas para hacerse de ingresos aún con boletos de muy bajo costo; los destinos buscan atraer a los viajeros de zonas cercanas y poco a poco aprovechar el genuino deseo de todos por salir aunque sea “aquí cerquita”.

En la medida en que todo este esfuerzo se realice de forma responsable, se verá la supervivencia de los negocios turísticos, tan necesarios en nuestras economías. Así sea.