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Categoría: Análisis Turístico

Algo que a todo mundo acabó impactándonos, aún en plena pandemia, fueron las movilizaciones y motines que, primero en varias ciudades de los Estados Unidos, y luego en muchas otras partes del mundo surgieron, al parecer espontáneamente, por la indignación causada globalmente al ser asesinado un ciudadano afroamericano por integrantes de la fuerza de policía de Minneapolis, Minnesota.

Sabido es que el asunto desde luego es muy importante, y muy sensible en el país vecino, pues la herencia esclavista y los siglos de opresión y maltrato que han padecido las minorías en los Estados Unidos, parece que de pronto reaparecen, a pesar de la genuina preocupación de una parte importante de su sociedad por erradicar toda manifestación de racismo. Las crónicas y las imágenes de los disturbios compitieron con la información acerca de la pandemia y de pronto muchos empezaron a analizar el tema.

En México es crucial esta reflexión, pues por desgracia en nuestro país existe un racismo generalizado en amplios sectores de la población. Desde luego este racismo tiene su base histórica, pues no hay que olvidar que, durante los 300 años del coloniaje, la población mexicana se organizó legalmente como una sociedad de castas, es decir, al individuo al nacer se le clasificaba de acuerdo con el color de la piel y de su origen, de tal modo que su vida estaba marcada económica, social y culturalmente por la casta a la que pertenecía. Así, por ejemplo, en los estratos superiores, el peninsular nacido en España era el único que podía ocupar los puestos puntales en el gobierno, ejército y clero, en detrimento de los criollos, también blancos pero nacidos localmente. El resto de la población (la enorme mayoría) era destinada simplemente al servicio. En los 200 años de independencia la situación ha cambiado muy poco en la práctica: La televisión, el cine y otros medios electrónicos “mexicanos” siguen empleando únicamente individuos blancos para los papeles protagónicos, dejando a los mestizos e indios papeles accesorios, con frecuencia en actitudes cómicas, degradantes o delincuenciales. Así, la discoteca o “antro” que en la entrada hace “face control”, la dirección de recursos humanos que exige “buena presentación” como eufemismo que esconde el racismo y demás nefastas manifestaciones discriminatorias son incompatibles con la actividad turística, que en esencia es pluriétnica y pluricultural: El viaje es precisamente hermosa oportunidad de experimentar y convivir con todo tipo de seres humanos y de apreciar cultura, cosmovisiones, costumbres, música y hasta sabores y sensaciones diversos.  

En el turismo es básico que se tome conciencia de que ese racismo, que nutre y que se retroalimenta en el clasismo, puede disfrazarse de “exclusividad”, por lo que en la reconversión que una parte sustancial de la estructura turística llevará a cabo para adaptarse a la “Nueva Normalidad” después de la pandemia, debe tenerse mucho cuidado de no caer en la discriminación.

Labor importantísima tendrán a este respecto las agencias de publicidad y promoción, los diseñadores del producto turístico, los especialistas en recursos humanos, los directivos, los funcionarios y los inversionistas. Que el tiempo de cuarentena y las impactantes imágenes de muerte y disturbios sirvan para reflexionar en que el turismo debe ser ejemplo de convivencia armónica entre todas las etnias y estratos sociales SIN DISCRIMINACIÓN.