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Categoría: Análisis Turístico

Por Daniel Olivares Villagómez.

Sobran calificativos para describir la situación mundial. Al inacabable torrente de información, desinformación, noticias falsas e incluso interesado y mezquino terrorismo oportunista, debiera oponérsele la prudencia, pero esta es producto de espíritus acostumbrados a la ponderación, al análisis y al estudio de todas las variables que componen un problema. La aplicación cuidadosa del método científico es la única opción viable para intentar comprender el inédito fenómeno global que vivimos. Los que tenemos cierta edad y que tuvimos la oportunidad de ser adiestrados en la aplicación de este método, no podemos más que quedar azorados ante lo que sucede.

La duda razonable, motor del conocimiento, está más presente hoy que nunca. No pretende este artículo meterse en temas que debieran ser exclusivos de especialistas en epidemiología: Hemos sido testigos de que millones se sienten “epidemiólogos” y han saturado ad nauseam medios de comunicación, redes sociales y todo tipo de posibilidad de expresión. Tan solo queda intentar focalizar algunos aspectos: En 1918 la llamada “Fiebre Española”, (llamada así sólo porque al ser país neutral en la I Guerra Mundial no hubo censura en la prensa ibérica), fue sufrida por 500 millones de personas, habiéndose registrado entre 50 y 100 millones de fallecidos. De ahí que la OMS y los gobiernos no exageran la posible letalidad del problema actual. Pero hoy se tienen medios técnicos que han permitido detectar el problema. La inevitable ralentización de la economía y las recomendaciones sanitarias de distanciamiento social, draconianas sin duda, están permitiendo minimizar en lo posible los contagios masivos. Cada país ha intentado enfrentar el fenómeno de distinta manera de acuerdo a sus circunstancias: Las dictaduras y los países con niveles de bienestar avanzado pueden darse el lujo de decretar el distanciamiento social a fortiori; México no puede ni debe hacerlo, pues el 60% de su fuerza laboral se debate en la informalidad, viviendo literalmente “al día”: Imposible pedirle a esos compatriotas que se queden en casa; triste es decirlo, pero el “Quédate en casa” es un lujo que sólo pueden gozar los estratos medios y altos de la población (40%), los demás deben salir a buscar el sustento o quedarse literalmente sin comer.

En el turismo nos ha tocado bailar con la más fea: Nuestra actividad ha sido la primera perjudicada y será de las últimas en recuperarse. Pero hay señales de esperanza: Los países que primero sufrieron los embates ya están logrando un primer nivel de control; el hemisferio norte está próximo a salir de las bajas temperaturas y nuestro país ha sido conducido paulatinamente y sin histerias hacia un combate relativamente benigno de la pandemia.

La industria turística, una vez más, está dando muestras de responsabilidad acatando en todo momento las recomendaciones; muchos restaurantes y establecimientos de alimentos y bebidas siguen prestando servicio a domicilio; algunas líneas aéreas transportan gratuitamente al personal médico asignado a otras regiones; agentes de relaciones públicas y promotores turísticos organizan actividades en línea; hoteleros conservan a su personal, aunque sea en jornadas rotativas. A todos afectan las restricciones, pero existe el ánimo de superar las dificultades. Esta coyuntura generará sin duda nuevas oportunidades, y aunque lenta y penosamente, el turismo resurgirá como siempre lo ha hecho de las crisis: Más fuerte.