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La agradable población de Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato, además de ser Cuna de la Independencia Nacional (CIN) es el orgulloso terruño de uno de los más grandes compositores que ha dado México. José Alfredo Jiménez es referente obligado en la música vernácula mexicana, cuya fama ha trascendido fronteras, décadas y siglo, situándose en la memoria colectiva no sólo de los mexicanos sino de todos los hispanoparlantes del planeta.

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De ahí la importancia de que el Gobierno del Estado de Guanajuato, a través de su Secretaría de Turismo, realice importantes esfuerzos para dar a conocer recorridos y atractivos que enaltecen el recuerdo de este distinguido hijo de Dolores, mediante la operación de productos turísticos relacionados con la vida y obra de José Alfredo Jiménez.
Sitio neurálgico de este esfuerzo es la Casa Museo de José Alfredo Jiménez, que visitamos guiados por su director, José Azanza Liera, sobrino del compositor. La casa natal está ubicada a solo una cuadra de la plaza principal, y fue edificada a mediados del siglo XIX, siendo una de las primeras construcciones señoriales de la población, en la zona que desde julio de 1982 está declarada monumento histórico. Es una bella y típica casa provinciana con habitaciones dispuestas alrededor de un amplio patio central, y dos bellas huertas. Es de sólidos muros de adobe y techos altos con vigas de madera. La casa pasó por varios dueños, pero en 1998 su familia logró finalmente recuperarla, y bajo la coordinación general de Paloma Jiménez Gálvez, hija de José Alfredo, se realizaron los trabajos para convertirla en un recinto dedicado a su memoria, con una restauración proyectada por el Arquitecto Enrique Arellano y realizada por Alan Wilkerson. La museografía, a cargo de Jorge Agostoni, creador de, entre otros, el Museo Olímpico de Lausana Suiza, es dinámica y contemporánea, presentando un recorrido por los diversos periodos y aspectos de José Alfredo. A lo largo de salas de resplandeciente luz, color y textura, alineadas a uno y otro lado del patio, discurre la exposición, que es de gran riqueza informativa, combinando composiciones gráficas, fotografías, ambientaciones sonoras, videos y cancioneros interactivos, con la exhibición de objetos personales, discos, trofeos, diplomas y otros testimonios de los múltiples homenajes que ha recibido José Alfredo.
Como hijo pródigo de Dolores Hidalgo, Guanajuato, José Alfredo Jiménez pidió expresamente ser sepultado en una tumba muy simple, en el Panteón Municipal de su terruño, pero por la entendible simpatía de la gente de su pueblo y de todos sus admiradores, se erigió un Mausoleo Monumental que fue erigido el 23 de noviembre de 1998, para conmemorar el XXV aniversario de su fallecimiento. Consiste en un gigantesco sombrero de charro, que en su parte inferior tiene un pebetero, con un epitafio en letras de bronce que rezan: “La vida no vale nada”. De ahí emerge de manera sinuosa, un sarape multicolor hecho en azulejo de Dolores Hidalgo, en cuyo cuerpo están incrustados los títulos de diversas canciones de su obra musical. El autor del proyecto es el reconocido Arquitecto Javier Senosiain, esposo de Paloma Jiménez Gálvez.

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Para disfrutar de manera más viva la obra de José Alfredo, nada mejor que dejarse guiar al “Jardín Chiquito”, como cariñosamente llaman los dolorenses al Jardín de Los Compositores, en donde se reúnen grupos de Mariachis que conducen a los visitantes, a través de serenatas y recorridos por emblemáticas cantinas, a los sitios favoritos del compositor. Este viaje temático por “El Pueblo Adorado” de José Alfredo se complementa con el resto de los bellos atractivos de la Cuna de la Independencia Nacional: El Museo de la Independencia, la Parroquia de Dolores y la Casa de Hidalgo son infaltables lugares para visitar. En el tradicional restaurante “El Carruaje” se disfruta de la gastronomía dolorense, como la “Sopa Bicentenario” de xoconostle, chicharrón y chile guajillo; “El Chile de Chorro Relleno”; y la “Nieve de Garambullo”. Los puestos tradicionales de nieves, como “Nieves Josué”, en la plaza principal, son de visita obligada, así como el desayuno buffet del Restaurante “El Fruty” y las rústicas “Carnitas Vicente”. El “Hotel Anber” ofrece un cómodo hospedaje cerca de todo, y la destacada artesanía dolorense completa el cuadro de un interesantísimo y divertido recorrido.       

Por Daniel Olivares


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