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Categoría: Análisis Turístico

Por Daniel Olivares Villagómez.

En este espacio saludamos en su momento los cincuenta años de fabricación ininterrumpida del Boeing 737, por mucho el avión comercial a reacción más vendido en la historia, superando hace ya tiempo los 10 000 ejemplares en todas sus series. Una gran cantidad de líneas aéreas de todo el mundo han venido operando este avión, que curiosamente se concibió originalmente tan solo para llenar la brecha de distancias cortas que en ocasiones dejaba el 727, entonces el reactor más exitoso del mundo. En sus últimas versiones fue incrementándose ampliamente la demanda de este probado y confiable avión, columna vertebral de muchas líneas aéreas importantes, que en muchos casos lo operan como único tipo, y que ha llegado incluso a servir en vuelos intercontinentales.

El éxito del diseño original y de sus sucesivas actualizaciones motivó a Boeing a seguir desarrollando el 737 con las versiones Max, dotadas de motores más pesados y potentes que requirieron el adelantar y elevar la posición de los mismos, creando con ello, al parecer, una imprevista anomalía en el comportamiento aerodinámico en ciertas situaciones de vuelo, pues un sensor induce al avión a clavar la nariz cuando es innecesario. Esto ocasionó, se presume, los dos accidentes en flamantes naves que hicieron que la atención mundial se fijara en esta evolución del avión.     

Esos dos accidentes mortales y la consecuente obligación de dejarlos en tierra están ya generando una grave situación a la empresa aeroespacial americana, pues se estima que sus pérdidas están ya cercanas a los 5 000 millones de dólares; constituyéndose en la peor racha en su historia, derivado de que la serie MAX era considerada la de más éxito, pues se habían colocado importantes pedidos por muchas de las principales líneas aéreas del orbe, que súbitamente se están viendo forzadas a modificar su operación e incluso sus planes de negocio, ante la imposibilidad de volar un equipo que consideraban estratégico para su crecimiento, y de recibir los que habían pedido, esto a pesar de los descuentos que Boeing ha venido que aplicando para seguir vendiendo y las compensaciones a los clientes por los contratiempos, los costes en formación de personal y los retrasos en las entregas, que cayeron un 54%, desde las 194 unidades del año pasado a las 90 de ahora. En este sentido, los ingresos se redujeron un 35%, hasta los 15.750 millones, y se quedaron muy lejos de las expectativas de los analistas, que preveían 3.000 millones más. Además, hay que sumar las previsibles compensaciones por los accidentes y las posibles sanciones de las autoridades americanas. Para empeorar las cosas Ralph Nader, el célebre defensor del consumidor estadounidense, que perdió una sobrina nieta en uno de los accidentes, está pidiendo a la FAA estadounidense que prohíba de plano para siempre la operación del avión, pues desde su punto de vista simplemente no puede ser modificado para superar los defectos. Además, especialistas han manifestado en algunos medios que la FAA debe ser mucho más rigurosa en las certificaciones que otorga a la empresa de Seattle, pues señalan que recortes presupuestales y la supuesta práctica de confiar cada vez más en la auto-certificación, podrían haber incidido en realizar pruebas deficientes. Como puede apreciarse, un panorama difícil para la empresa aeroespacial que ya está afectando a las aerolíneas y por supuesto al turis