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Categoría: Análisis Turístico

• La realidad aeroportuaria en México.
• A partir de la privatización no se ha construido ni un solo aeropuerto nuevo.
• No quieren concesión los que desean quedarse con las utilidades y que el estado y el público absorbamos los costos y las pérdidas.
• Momento de decisión.


La aviación mexicana en general,  y la operación aeroportuaria en particular, son elementos muy importantes que inciden en el desarrollo económico y en la dinamización de extensas zonas de la geografía nacional.
Hay que recordar que el transporte aéreo ha sido estratégico para poder integrar a muchas regiones que sólo en fechas relativamente recientes han logrado ser conectadas por tierra al resto del país: La Península de Baja California, Cozumel, las ciudades de los extensos estados del Norte del país, y las regiones tradicionalmente aisladas por las abruptas sierras y/o grandes desiertos y zonas semiáridas o selváticas que caracterizan gran parte del territorio nacional, hubieran visto retrasado su auténtica integración al resto del país sin la ayuda del transporte aéreo.
Muy al principio, las líneas aéreas como la Compañía Mexicana de Aviación, para poder operar tenían que construir sus propios aeropuertos, sólo hasta que los gobiernos emanados de la Revolución pudieron consolidar la visión estratégica que supone la aviación, se abocaron a tomar los aeropuertos previamente operados por las líneas aéreas e iniciar un ambicioso y dinámico programa de construcción de aeropuertos, que de manera continua fue expandiéndose hasta lograr que, a fines de los ochentas, Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), la entidad gubernamental encargada de la construcción y operación de los aeropuertos, contara con una red de 82 aeropuertos nacionales e internacionales localizados en puntos estratégicos del territorio, tomando las utilidades de los más rentables para construir y operar los que se necesitaban para conectar la República.
Llegado el funesto salinato, cuyo principal objetivo fue tomar el estado para hacer negocios privados con los amigos, con gran perversidad se procedió a la privatización de los aeropuertos que operaban con utilidades, surgiendo así los grupos aeroportuarios, que se distribuyeron el país en distintas zonas aeroportuarias sin competir entre ellos, con lo que aseguraron de facto una estructura monopólica en cada una de las regiones. Asimismo, los aeropuertos que no dejaban suficientes utilidades o que operaban con pérdidas, continuaron en manos de ASA, con lo que se cerró el círculo perverso mediante el cual las utilidades se privatizaron en beneficio de unos cuantos favoritos de Salinas y las pérdidas se socializaron, lo cual implica que el público usuario fuimos obligados a pagar doblemente: En los aeropuertos privatizados, construidos por el estado con nuestros impuestos, se empezaron a cobrar onerosísimas tarifas de uso de aeropuerto, estacionamiento, renta de locales comerciales, publicidad etc; mientras que con nuestros impuestos se cubren las pérdidas de los aeropuertos de ASA que no dejan utilidades, es decir, el público usuario resulta doblemente expoliado y el estado tiene pérdidas que son cubiertas con impuestos y todo para beneficio de unos cuantos favoritos que se llevaron la parte rentable de la red aeroportuaria.
Pasadas ya cerca de tres décadas del proceso de privatización de los aeropuertos más rentables del país, los resultados son evidentes: En ese periodo, y a pesar de la enorme concentración del ingreso en los grupos aeroportuarios, NO SE HA CONSTRUIDO NI UN SOLO AEROPUERTO NUEVO.
Esto es de recordarse ahora que se discute lo del “nuevo” aeropuerto para la Ciudad de México, que en razón de quererse construir en una zona de suelo inestable en pleno Vaso de Texcoco, tendrá unos costos de construcción, pero sobre todo de operación y de mantenimiento onerosísimos, que claro, ahora los interesados quieren que el estado los absorba para que ellos cómodamente se lleven las utilidades y nos dejen las pérdidas al público usuario y al gobierno, que insisto, las absorbería con los impuestos que pagamos todos.
Es de meditarse en este momento de decisión, pues aparte de todo lo apuntado, los riesgos de inundaciones, resquebrajamientos, hundimientos, sismos y otros desastres potenciados por la construcción, constituirán una espada de Damocles en el propio aeropuerto y sobre todo en el entorno de pueblos y colonias aledaños, aparte del irremediable daño a la fauna, flora y entorno natural.a