Imprimir
Categoría: Análisis Turístico

• Gastronomía y gusto adquirido.
• Deformante estandarización y menús infantiles.
Como se sabe, la gastronomía tiene que ver con el estudio de la relación del ser humano con su alimentación y su medio ambiente o entorno, además, es la afición a comer bien, apreciando y disfrutando la buena comida y los buenos restaurantes. Es una vertiente importante del fenómeno turístico, pues el viajero experimentado busca disfrutar una experiencia culinaria que es imposible o difícil de hallar en su lugar de origen, ya que el turismo tiene como esencia en el ocio la búsqueda de la otredad.

Lógico es que entre más culto sea el viajero, mayor experiencia tendrá y por lo tanto tiene la posibilidad de haber adquirido más conocimiento en relación a los sabores, la variedad de ingredientes,  y estará más familiarizado con las más sofisticadas técnicas culinarias.

Como todas las facetas de la cultura, la apreciación de los distintos sabores, ingredientes y técnicas, tiene que ver con el entorno en el que se vive y con la educación que se ha recibido: Aquí los padres juegan un papel fundamental, pues en gran medida van a determinar la mayor o menor cultura gastronómica del vástago, de acuerdo a lo que le acostumbren a aceptar como comestible, esto es, el gusto adquirido por el mayor número posible de sabores, ingredientes y formas de preparación. Recuerdo con gran cariño como los padres de antes daban al niño pequeño todo lo que ellos comían: Tuve la oportunidad de que desde los cuatro años me dieron a probar caviar, caracoles o gusanos de maguey, por citar ejemplos, y desde entonces me gustan muchísimo y cuando puedo los demando. Hoy la mayoría de los padres no se los dan a sus hijos porque ellos mismos no saben comerlos.

Como en todas las facetas de la vida, aquí se enfrentan dos grandes tendencias: La globalización estandarizante y los particularismos de cada sociedad planetaria: Un verdadero gourmet sería entonces un coleccionista de experiencias basadas en los distintos particularismos de las muy variadas sociedades humanas, mientras que el viajero “estándar” busca encontrar en cualquier lugar del mundo su McDonald´s y su Starbucks. En el extremo, todo esto podría  resumirse  en el enfrentamiento del “fast food” versus el “Slow Food”.

Las grandes masas reciben desde luego (cuando la reciben) una educación estándar y lo gastronómico no escapa a esta realidad: La variedad de ingredientes que demandan es escasa y tiende desde luego a hacerse cada vez más estrecha, debido a que la mercadotecnia les lleva a consumir lo que masivamente es programado. Si a esto se suman las dificultades de la vida moderna, en la que cada vez es más difícil que las familias se reúnan a comer, se llega al patetismo in extremis  de la Maruchan,  del sandwichito y de la coca-cola.

Si a lo anterior se añade el hecho de que los padres, aun pudiendo, no acostumbran a sus hijos a adquirir el gusto por sabores distintos, demandando de los restaurantes los encasillantes “menús para niños”, es lógico que la cultura gastronómica de las masas sea cada vez más raquítica: Los “Millenialls” y las “Generaciónes X y Y”, con sus honrosas excepciones, son muestra palpable de la incapacidad de apreciar más allá de ciertos sabores, ya no digamos preparar platillos diversos. Esto llega incluso a muchos líderes de opinión e “influencers” de las nuevas tecnologías, varias veces seleccionados por su  manejo de los innovadores medios, pero incapaces de probar algo exótico, aunque sea de su propia tierra: Al final terminan siendo bisoños “influenciando” a otros bisoños, que en conjunto no salen del círculo de la mediocridad: Resulta patético verlos haciendo gestos ante delicadezas, simplemente por incultura, y haciendo recomendaciones de lo trillado. De ahí que los empresarios turísticos, si quieren acceder a los consumidores más refinados, deban poner atención en este punto y entender que, así como es importante defender la biodiversidad, también lo es proteger la gastrodiversidad, por lo que es esencial seleccionar a los líderes de opinión y a los medios que verdaderamente tengan experiencia, de otra suerte terminarán sirviendo, ad nauseam, alitas de pollo y deditos de queso.