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La mecha corta del presidente Calderón

 

Cuando en el pasado Mundial de futbol de Sudáfrica terminó el partido entre México y Argentina, en el palco de invitados especiales ocupado por mexicanos todo era frustración y enojo por la derrota. El director de Fonatur, Miguel Gómez Mont, quien asistió al evento con su familia, salió un momento –quizá haya ido al baño—. Cuando regresó, en el lugar se vivía una trifulca y encontró a su esposa en el suelo, derribada por un golpe que alguien le propinó.

 


 

Montó en cólera, levantó del piso a su señora, mentó madres y la sacó de ahí junto con sus hijos, en medio de gritos y una situación confusa.

Alguien grabó con su celular parte del zafarrancho, lo subió a You Tube y alguien más en Los Pinos corrió a informarle al presidente Felipe Calderón lo sucedido en tierras tan lejanas (esto lo supongo porque no creo que el Primer Mandatario se pase el día buscando videos chistosos en la red). Y, en un arranque que todavía resulta  poco comprensible, Calderón ordenó el cese inmediato de Gómez Mont.

Sin darle oportunidad de defenderse y permitirle una explicación de los hechos, al más puro estilo porfirista, el presidente ordenó en caliente el despido del funcionario. Pero algo traía atravesado ese día Calderón, ya que no le bastó con correrlo, sino que además se ensañó con él, al cesarlo de una manera vergonzante: “La Secretaría de Turismo informa que esta tarde fue cesado el Director General del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), Miguel Gómez-Mont Urueta.

“En próximos días, esta Secretaría hará público el nombramiento del nuevo director de FONATUR”, fue el escueto e inusual comunicado que Presidencia de la República ordenó a Gloria Guevara, secretaria de Turismo, que emitiera. Rudeza innecesaria.

Tal vez ese día el presidente andaba encabritado porque acababa de suceder el asesinato del candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, dejándolo una vez más en ridículo, y a Gómez Mont le tocó pagar el pato.

 

Diego tenía razón

 

Esta reacción de Calderón me hizo recordar que, unos cuantos días después de que el entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, muriera en un jet que cayó en la Ciudad de México, coincidí en una fiesta con el hoy secuestrado (por lo menos hasta el momento de escribir este artículo éste era su estatus) Diego Fernández de Cevallos, quien se vino a sentar un rato a la mesa que compartía con la periodista Flor Berenguer y su esposo, el alpinista Ricardo Torres Nava, además del fotógrafo Jean Sidaner. Aprovechando la ocasión, le preguntamos a Diego si era cierto que, luego de la muerte de Mouriño, el presidente le había ofrecido la Secretaría de Gobernación, a lo cual respondió afirmativamente. “¿Y por qué no aceptaste?”, le inquirimos. “Porque el presidente tiene la mecha muy corta y… ¡yo no tengo!, así que hubiéramos chocado en poco tiempo”, respondió. Por lo tanto, prefirió recomendarle a Fernando Gómez Mont, quien desde entonces y hasta el mes pasado despachaba en Bucareli y, curiosamente para el tema que nos ocupa, es hermano de Miguel, el cesado.

Y después de ver la manera en que quitó de su cargo y se cebó en el ya ex director de Fonatur, no me queda duda de que Fernández de Cevallos tenía razón: Calderón tiene la mecha muy corta y con muy poco se enoja.

Lo malo es que por un berrinche se deshizo de un funcionario que venía realizando un buen trabajo en Fonatur, dependencia a la que le cambió el rostro, reactivó y puso en el camino de llevar a cabo nuevos e importantes proyectos.

Miguel Gómez Mont es un hombre que estaba dedicado a su trabajo y lo venía haciendo bien. Ahora el nuevo titular de Fonatur tendrá que pasar la curva de aprendizaje y, como siempre, será tiempo perdido. Lástima. Conozco varios funcionarios públicos que sí se merecen ser defenestrados, pero ahí siguen, viviendo del erario público y gozando de la gracia del presidente.


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