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Categoría: Editorial

Moctezuma y Peña Nieto y dos visitantes ilustres

"Luego comenzó Montezuma un muy buen parlamento, y dijo que en gran manera se holgaba de tener en su casa y reino unos caballeros tan esforzados como era el capitán Cortés y todos nosotros."
Bernal Díaz del Castillo
Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España


La historia de México es fascinante. A veces parece una burda mezcla de hechos y ficción en que es difícil saber que es verdad y que es mentira. Cuando se dejan de lado las versiones oficiales y patrioteras, es común observar que en la historia de México varios de los actos más heroicos resultan ser un fiasco y muchos de los actos más incongruentes e inimaginables resultan ser verdad.


Por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo en su invaluable "Historia verdadera de la conquista de la Nueva España" menciona varios hechos históricos tan incongruentes e inimaginables que resulta casi imposible que sean verdad... pero desgraciadamente sí fueron verdad.


Veamos dos ejemplos. En el primero de ellos, cuando Cortés se acercaba a México, el escritor recuerda el trato que los enviados de Moctezuma le dieron al conquistador cuando se encontraron con él a unos kilómetros de la Gran Tenochtitlán: "Como aquellos principales llegaron ante Cortés con el presente, besaron la tierra con la mano, y con gran acato, como entre ellos se usa, dijeron: Malinche, nuestro señor el gran Montezuma te envía este presente, y dice que le recibas con el amor grande que te tiene..."


En el segundo ejemplo, cuando ya Cortés estaba dentro de la ciudad de México que de manera absurda lo había recibido con las puertas abiertas, Díaz del Castillo menciona: "Ya que llegaron cerca del aposento donde estaba Cortés, le ayudaron a salir de las andas, y le barrieron el suelo, y le quitaban las pajas por donde había de pasar, y cuando llegaron ante nuestro capitán le hicieron grande acato, y el Cacamatzin le dijo: Malinche, aquí venimos yo y estos señores a servirte y hacerte dar todo lo que hubieres menester para ti y tus compañeros, y meteros en vuestras casas que es nuestra ciudad, porqué así nos es mandado por nuestro señor el gran Montezuma, y dice que le perdones porque él mismo no viene a lo que nosotros venimos, y porque está mal dispuesto lo deja, y no por falta de muy buena voluntad que os tiene."


En retrospectiva, lo que cito no parece parte de nuestra historia sino un cuento de terror: A Cortés se le trató con todos los honores, con una reverencia enfermiza, con una sumisión vergonzante, con halagos tan innecesarios como inmerecidos... y no mucho tiempo después Moctezuma estaba preso y eventualmente muerto, la Gran Tenochtitlán destruida, ultrajada y saqueada, muchos de sus habitantes muertos y los que sobrevivieron con sus vidas cambiadas para siempre.


Hace mucho que no pensaba en el escrito de Bernal Díaz del Castillo o en Cortés y Moctezuma y la caída de la Gran Tenochtitlán. Ese es uno de los episodios de mi historia nacional que me duelen y por lo tanto trato de no pensar mucho en ello. Pero para mí fue inevitable recordar este evento incongruente e inverosímil de la historia de México cuando hace unos días fui testigo de otro evento inverosímil e incongruente que, queramos o no, ya forma parte de nuestra tan averiada historia.


Ver a Peña Nieto personificando a Moctezuma me disgustó mucho.


Ver como el representante de mi país mostró tal acato ante una persona que debería ser non grata en México fue algo desagradable. Observar cómo nuestras autoridades "le barrieron el suelo y le quitaron las pajas por donde había de pasar" a alguien cuya opinión y descripción de mis compatriotas es tan ignorante como despectiva e hiriente fue algo ofensivo a mis emociones y mi intelecto.


Yo no estuve presente en la conversación privada entre Peña Nieto y su invitado de honor. No sé de qué se habló y ni siquiera sé si más que conversación fue un monólogo en inglés donde alguien que no sabe expresarse trataba de expresarse y otro que no sabe escuchar trataba de escuchar. No sé si la respuesta de nuestro presidente ante los exabruptos de su invitado se limitó a un muy mexicano y amedrentado "mande usted."


Lo que sí sé es que, hablando de "walls", hay muros que un mandatario jamás debería de tratar de saltar, mucho menos chocar contra ellos trompicando a toda velocidad, y desde mi punto de vista fue lo que nuestro presidente hizo hace unos días, cuando, siguiendo el "consejo"* de algún malinchista y agachado de los que abundan en nuestro gobierno (de esos que siguen intercambiando oro por espejitos,) escribió una nueva, triste y ridícula página en la historia de México.

* Nota:
Cuando se escribió este editorial todavía no se había hecho público quién fue la persona que sugirió la visita ilustre al presidente de México. La verdad es que no hace diferencia quién haya sido.