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Categoría: Editorial

“Un grandulón con espíritu de niño”

“Estoy muy divertido conociendo el cuerpo humano por dentro. Me permiten tocar todo y experimentar con todo, aunque los niños pequeños me miran con curiosidad, como preguntándose: ¿qué hace aquí ese grandulón? Lo que no saben es que “ese grandulón”, o sea yo, también tiene espíritu de niño y por eso la está pasando de maravilla…”
Vicente Ochoa Leyzaola

Hace algunos días, pocos días que parecen muchos o muchos días que parecen pocos, ya no sé, durmió un muy querido amigo, colega y colaborador: Vicente Ochoa Leyzaola.

Era muy fácil llevarse bien con Vicente.

Su amistad ofrecía aspectos que actualmente parecen cada vez más escasos de las relaciones humanas: El primero es que siempre me sentía a gusto en su compañía. Cuando viajábamos juntos a algún evento o nos reuníamos en la oficina, o compartíamos la mesa, siempre pasábamos un magnífico tiempo juntos.

La segunda cosa está ligada a la primera: con Vicente siempre se podía tener una conversación inteligente, profunda, pero no pedante. Vicente era de esas personas con las que se podía platicar de cosas muy serias con ligereza o de cosas ligeras con seriedad.

Voy a extrañar mucho a Vicente.

No recuerdo una sola conversación con Vicente en que, tarde o temprano, no surgiera una carcajada o por lo menos una sonrisa.

Además, algo muy extraño en el mundo tan frenético en que vivimos, pasar tiempo con Vicente, aunque fuera mucho y aunque a veces fuera una “interrupción en el trabajo,” nunca me dejaba con esa sensación de haber perdido el tiempo.
Una cosa más, tan olvidada y tan poco apreciada actualmente: al platicar con Vicente uno no tenía que preocuparse de que la conversación se viera interrumpida por el sonar de un celular, o por la alerta de un mensaje, o por cualquier otro distractor que hace que muchas relaciones sean tan superficiales, indiferentes y frías en nuestros días. Con Vicente uno tenía el regalo añadido de una conversación libre de interferencias modernas.

“Un grandulón con espíritu de niño”

Me satisface tanto y a la vez me conmueve mucho, que Vicente haya comenzado de esa forma su última colaboración con TURISTAMPA, ya que describe perfectamente a Vicente. El era “un grandulón con espíritu de niño.” Era de esas personas que, como los niños inteligentes, siempre están observando y aprendiendo y divirtiéndose y admirándose de la vida y los viajes y las cosas nuevas.

Vicente fue un hombre que amaba profundamente a su familia y disfrutaba su trabajo. Era un hombre de palabra y de convicciones muy firmes. Jamás, en muchos años de colaborar juntos, falló en una fecha de entrega o entregó una nota con faltas de ortografía.

En TURISTAMPA lo vamos a extrañar mucho. Pero también muchos otros turisteros lo van a extrañar porque era muy fácil apreciar a Vicente. Era muy fácil querer a ese grandulón con espíritu de niño.