Imprimir
Categoría: Cruceros

Por David Garduño

Siempre he sido un apasionado de la historia de los barcos de pasajeros, desde los grandes trasatlánticos del siglo pasado hasta los cruceros más modernos. Los grandes Trasatlánticos que durante décadas eran símbolos de orgullo y de prestigio, no solo para sus dueños sino para los países que representaban eran más que un destino de viaje, un medio de transporte, que hoy ha sido reemplazado por el avión. En sus inicios los barcos y las líneas navieras que los operaban, recibieron grandes apoyos financieros en forma de subsidios de los gobiernos de sus países de origen. Lo mas importante, eran los contratos para transportar el correo entre Europa y América. Estos multimillonarios contratos permitieron construir cada vez barcos más grandes y sobretodo más rápidos. Por ejemplo durante muchos años los barcos de las líneas Inglesas como Cunard Line y White Star Line,  llevaban las siglas antes de sus nombres de “RMS” que quería decir “Royal Mail Ship”. Así, el famoso Titanic era R.M.S. Titanic o el ahora museo en California,  el Queen Mary era el R.M.S. Queen Mary. Estos subsidios existieron hasta los años 1960´s  en algunos casos.


En 1957 se da un hecho histórico, en el que más pasajeros cruzan el Atlántico por Avión que por Barco, con lo que se da inicio a la decadencia de los trasatlánticos pero a la vez al nacimiento de la industria de los cruceros como se conoce hoy en día. Muchos trasatlánticos poco a poco fueron transformados a barcos de cruceros y la gente empezó a viajar en ellos por placer y no por necesidad.

Por transformados me refiero a extensamente remodelados para quitar las divisiones de clases en sus cabinas y áreas publicas, a la instalación de sistemas de aire acondicionado para navegar en el trópico, así como el poner extensas cubiertas para asolearse y piscinas al aire libre.

En sus inicios los cruceros eran todos barcos que no eran nuevos ni habían sido específicamente construidos para este tipo de viajes. Fue hasta 1966 cuando se construye el primer barco específi­camente diseñado para cruceros.

Una de las pioneras en la industria de los cruceros fue la línea Costa de Italia. Una línea concebida para transportar carga y después pasajeros que emigraban de un país a otro, generalmente con todas sus pertenencias. Su flota no era la más nueva ni la más elegante, pero tuvo la capacidad no solo de adaptarse sino de re-inventarse.

Así, en los años sesenta, ya operaban exitosamente cruceros de placer y cada vez necesitaban barcos más grandes. Su sistema, era comprar trasatlánticos ya con años de servicio que eran vendidos por que salían a la venta cuando sus dueños ya no los querían en su flota. Costa los remodelaba y transformaba dándoles nuevas instalaciones y una nueva personalidad.

Uno de estos barcos fue el trasatlántico Frances “Flandre”, que era un barco de 20 mil toneladas. Construido en 1952, la “French Line” lo vende en 1968 a la línea Costa, quien lo remodela para cruceros y lo re-bautiza con el nombre de “Carla C”. Este barco se posicionó en los años setenta como el más popular para pasajeros latinos, navegando al Caribe desde San Juan de Puerto Rico, en cruceros de 7 días prácticamente durante todo el año. Pero antes de esto y recién terminada su remodelación, el “Carla C” fue rentado por Costa a otra empresa por un par de años.

La entonces empresa americana, Princess Cruises necesitaba barcos para su exitosa operación de cruceros en la Riviera Mexicana desde Los Angeles, por lo que renta a Costa este barco y lo re-bautiza temporalmente como “Princess Carla”. Su operación fue un éxito y es a bordo de este barco que se escribe la famosa novela, después convertida en serie de televisión, “The Love Boat” (El Crucero del Amor), de la escritora Geraldine Saunders.
A principios de los setenta el “Carla C” regresa a ser operado por Costa. Su éxito fue arrollador, en particular con pasajeros de Puerto Rico, Venezuela y México.

El ambiente abordo era básicamente latino, por los pasajeros y por la tripulación, que en esa época era de nacionalidad Italiana. Aunque el barco no era muy bonito o lujoso, si era muy divertido y el ambiente a bordo lo hizo muy popular. El éxito fue tal en México, que Costa puso una oficina en México para controlar sus ventas. Durante muchos años su director general el Dr. Alberto Bozzolasco fue un gran personaje en el Turismo en México,  era un verdadero apasionado de sus barcos  y muy querido por el medio turístico en México.

Pero en la historia de Costa Line en México, había otro gran personaje que adoraba el producto y lo impulsaba con gran fuerza.

Un personaje que tuve el gusto de conocer hace casi 20 años, precisamente en un crucero de Costa, en el Victoria, con Humberto Romero como anfitrión. Esta persona, era una señora que me presentaron como  “La 69”. Realmente, ese no era su nombre, sino un sobrenombre que el grupo que viajábamos juntos le puso, un sobrenombre que puede dar a pensar muchas cosas, pero que en realidad solo hacia referencia a una, que ese crucero en el que ella viajaba era el número 69 que hacia. Un record impresionante. Las historias y anécdotas que ella platicaba, me parecían demasiado increíbles para ser ciertas.

 

Su nombre es Rosa María González y es una gran agente de viajes de Guadalajara que sigue siendo una gran promo­tora y vendedora de cruceros. Durante las cenas platicaba historias fascinantes sobre su historia con “Costa” y la también línea Italiana “Lauro”, pero que a mi me parecían difíciles de creer. Platicaba sobre como la conocían los Capitanes de los barcos, tan bien, que la consultaban o pedían su opinión sobre muchas cosas. Sobre como se paraban los relojes a bordo, al cruzar el triangulo de las bermudas e inclusive las brújulas y que el Capitán le preguntaba que opinaba sobre la situación. Me parecía difícil de creer lo que platicaba, pero hubo una historia todavía mas difícil de creer.

Rosa María, platicó que en 1979, viajando a bordo del Carla C, al llegar el barco a St. Thomas, vio con horror otro barco que operaba Costa en el muelle, el Angelina. Lo vio con horror ya que estaba prácticamente destruido por un incendio a bordo. Trágica­mente mientras sus 700 pasajeros recorrían la Isla, un incendio a bordo en una cocina, se salió fuera de control y práctica­mente destruyo todo el barco.

Lo increíble es la historia que platicó Rosa María.

Ella le llamo al dueño del barco el Sr. Lauro a Italia que lo conocía por viajar mucho en el Angelina y el Achille Lauro, a decirle la trágica escena que tenia frente a ella. El Sr. Lauro le pidió que fuera a bordo a inspeccionar el barco y sacarle fotos ya que el todavía no podía trasladarse a St. Thomas. Mi primer comentario fue que eso era imposible. Nadie puede entrar a un barco que se acaba de incendiar y es inconcebible que el dueño pidiera a una agente de viajes que hiciera una inspección y un reporte del desastre. Yo insistí que la historia no era real y me reí al respecto. Pensé, que imaginación tiene.

Ya de regreso en México me seguía riendo de “La 69” y su gran historia cuando me acordaba. Pero la risa se me quitó a los pocos días. Recibí sin esperarlo un sobre que contenía fotografías tomadas a bordo del “Angelina Lauro” cuando todavía humeaba su casco después del incendio que lo destruyó. Fotos verdade­ramente impactantes. Y para mi “shock” Rosa María aparecía en ellas, parada en la cubierta del Angelina entre fierro retorcido y calcinado. Creo que perdí el habla por varios días y definitivamente me deje de reír.



Una vez ya recuperado, le llame primeramente para pedir una disculpa por no creer en su historia y en segundo lugar para que me platicara más sobre su experiencia. Verdaderamente era impresionante conocer a alguien que hubiera vivido las experiencias que ella había tenido. A la fecha, Rosa María González sigue siendo una gran agente de viajes y gran vendedora de cruceros y sigue siendo tan interesante platicar con ella 20 años después, y la verdad es que ya perdió el titulo de “La 69”,  ahora debe de ser “La 99” ó “La 109” ó La 129” por que su historia y romance con los barcos de crucero sigue creciendo.