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Categoría: Alrededor del turismo
Uno de los secretos mejor guardados en el negocio de los viajes es que la mayor parte de la gente tiene problemas para dormir fuera de casa. En los viajes largos se le puede echar la culpa al jetlag, pero la dificultad para conciliar el sueño se te puede presentar aunque no hayas ido más allá de Toluca.
En vacaciones eso puede ser molesto, pero en vacaciones por lo general puedes remolonear en la cama una hora más si te apetece. No es así en un viaje de negocios. Con frecuencia se espera que el ejecutivo aparezca animoso y fresco en un desayuno importante seguido por una presentación y luego quizá por una ardua sesión negociadora. No es hora de estar adormilado.
La solución más lógica consistiría en que los ejecutivos se quedaran en casa, efectuaran sus negociaciones por teléfono y enviaran sus propuestas por correo electrónico. Esa perspectiva ha alarmado a la industria estadounidense de los viajes hasta tal punto que una organización llamada National Sleep Foundation (Fundación Nacional del Sueño) ha realizado un investigación.
Los resultados son reveladores. Según averiguó la Fundación, entre todas las personas cerca de la mitad padecen insomnio cuando viajan. Y al hablar de todas las personas no se refieren sólo a los norteamericanos. También entrevistaron a europeos y a japoneses, aunque en la encuesta no se incluyó a ningún mexicano.
Son muchas las causas del insomnio. Empiezan con la tensión (estrés). Los viajeros de negocios, tanto aquí como en otros lugares, tienden a preocuparse por haber dejado algún trabajo sin terminar o por lo que sucederá en la oficina mientras ellos están fuera. Es frecuente que salgan tarde hacia el aeropuerto y luego sufren cuando el tráfico en el Viaducto provoca retrasos.
También sufren las familias que salen de vacaciones. ¿Se ha empacado todo lo que se va a necesitar? ¿Están en orden los boletos y los documentos de viaje? ¿Habrá tiempo suficiente para enlazar vuelos? ¿Llegará con el avión el equipaje facturado? Si hay necesidad de rentar un auto, ¿se perderá la familia al manejarlo? ¿Tendrá el hotel realmente listos y en espera los cuartos que se han reservado? ¿Entrarán ladrones en casa mientras la familia está fuera?
Si todo va bien, como suele suceder, es probable que el viajero de negocios lo celebre con dos o tres cocteles en el bar del vestíbulo. No es una buena idea. Una familia en vacaciones tal vez pedirá que el servicio en el cuarto suba bocadillos para los niños mientras mamita y papito derrochan energías en una opípara cena. Es una idea todavía peor.
Una vez en la cama, para una buena noche de sueño los mayores obstáculos están en el ruido y en la temperatura del cuarto, si se nota incómoda. Si se alcanza a oír la televisión de un cuarto vecino, o si el elevador del otro lado del pasillo es ruidoso, o si otros huéspedes hacen mucho barullo al llegar o al salir, a muchos clientes del hotel se les trastorna el sueño. A algunos les disgusta el aire acondicionado. A otros les encanta. Hay problemas cuando el amor y el odio comparten la misma cama.
Con frecuencia no es así. Los hoteleros informan que los huéspedes, en su mayoría, optan por algo que la industria conoce como “dobles dobles”. Preocupados por el insomnio, los establecimientos de lujo suelen dar a elegir entre una cama king-size o dos camas queen-size (tamaño reina).