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Categoría: Generales

Alo largo de mi carrera periodística he viajado a muchos lugares, he estado en el norte y en el sur, en el Oriente y en el Occidente, pero nunca nunca había tenido oportunidad de ir a la mitad del mundo, al paralelo cero donde puedes poner un pie en el hemisferio norte y otro en el sur. Nunca había estado en Ecuador, un país maravilloso en el que no sólo se encuentra la mitad de nuestro planeta, sino también una variedad de paisajes diversos, desde selva amazónica hasta volcanes nevados y atractivos tan marcados como la sonrisa de su gente, su exquisita gastronomía, su infraestructura hotelera, sus lugares históricos y culturales, sus artesanías, su impresionante arquitectura y un largo etcétera, etcétera, etcétera.

Fernanda de Colombia y yo, nos conocimos en el aeropuerto al llegar a Quito, a pesar de que abordamos el avión en Bogotá. Pasaba de la media noche cuando el autobús que nos transportó llegó a la puerta del Hotel Hilton Colón. ¿el motivo de nuestro viaje? Cubrir la feria Meeting  Incentive Travel Market –MITM-, pero también conocer un poco de este país, del cual sabía yo prácticamente nada.
Al día siguiente nos reunimos con el resto de nuestro grupo: periodistas llegados de distintas partes del mundo, con el mismo fin que nosotras. Un recorrido por la ciudad de Quito sirvió como primera impresión para quienes íbamos por primera vez. Vimos ese brazo gigante que sale por la ventana de una casa de La Ronda, el barrio bohemio salpicado de restaurantes y en donde todavía se acuerdan cómo se juega al trompo y a la rayuela, sino que también dibujamos la Plaza de San Francisco con todo y su convento; el monumento en honor al hijo más ilustre de Quito: Eugenio de Santa Cruz y Espejo; el cerro Pichincha, donde en 1822 se llevó a cabo la batalla del mismo nombre, tan destacada en la historia del Ecuador. La Plaza Mayor, a la que también se le conoce como Principal, Grande o de la Independencia, en donde se encuentran los cuatro poderes: la catedral, el arzobispado, la alcaldía y la casa de gobierno desde cuyo balcón hace unas semanas apenas, el presidente Correa se dirigió a la nación con un mensaje inusual después de un día difícil y trágico para el país y que lo enlutó y también lo colocó en un estado de excepción en el que las fuerzas policíacas fueron retiradas para dar paso a la vigilancia por parte del ejército.

También conocimos la iglesia de la Compañía con sus estilos barroco, morisco y churrigueresco y vimos una infinidad de construcciones que delatan el porqué la UNESCO eligió a Quito en 1978 para darle el titulo de Primer Patrimonio de la Humanidad.
Desde el Centro Cultural Itchimbia ubicado dentro de un Palacio de Cristal, erigido a lo alto de un cerro, pudimos apreciar una espectacular vista de la ciudad, custodiada por una virgen alada. Asimismo conocimos el Centro de Convenciones de Quito Eugenio Espejo.

Quito se encuentra a 2,850 metros sobre el nivel del mar y está cerca de todo en Ecuador. Si se viaja en avión está a 32 minutos del bosque lluvioso del Amazonas, a 90 minutos de las Galápagos, a 38 de Guayaquil, a 45 minutos de Cuenca también en avión y a 30 minutos de camino terrestre del famoso Monumento del Ecuador, donde está precisamente la mitad del mundo, punto de partida para el norte y para el sur y donde se encuentra el “Museo de Sitio Intiñan  “Camino del Sol”, aquí ocurren cosas sorprendentes. Con gran habilidad uno puede parar un huevo sobre un clavo y cuando se le quita el tapón a un lavabo lleno de agua, ésta se va por el desagüe sin hacer remolino. También uno tiene más fuerza cuando se encuentra justo en el centro y llega a haber un momento en el día en que no hay sombras. Realmente estar en este lugar es una experiencia muy especial. Matemáticamente el museo se encuentra atravesado por la línea equinoccial calculado con G.P.S. Lat. 00º.00º.00º y hasta aquí llegamos nosotros.
El grupo de periodistas nos dividimos, unos se fueron a conocer el Amazonas, otros las Islas Galápagos y otros más la ciudad de Cuenca. Mi nueva amiga colombiana y yo nos fuimos al cráter del volcán Pululahua, de donde nos dirigimos más tarde al pueblo de Otavalo, en la provincia de Imbapura.
Nos hospedamos en Hacienda Pinsaquí, una antigua hacienda transformada en hotel. Hacía mucho frío, pero en la cama entre las sábanas nos aguardaba una bolsa con agua caliente que hizo más llevadera la noche. Al día siguiente visitamos el pintoresco mercado de Otavalo, famoso por la variedad de sus productos, es un lugar lleno de aromas y color en donde se venden no sólo artesanías hechas por los nativos, sino también todo tipo de productos agrícolas. Para visitarlo uno debe tomarse su tiempo. Por la zona se encuentran también el pueblo de Cotacachi, dedicado a la fabricación de productos de cuero y el lago Cuicocha, ubicado a los pies del viejo volcán Cotacachi, un cráter volcánico colapsado y lleno hoy en día por un profundo lago azul.
Esa noche la pasamos en el hotel La Ciénega, nuevamente una vieja hacienda de fastuosa arquitectura. Llegamos por la noche justo para una copita en el bar y cenar, pero después ya no había nada más qué hacer, la actividad en el hotel termina temprano aunque nadie tenga sueño. Gracias a Mauricio de Costa Rica que llevaba una botellita de vino chileno y nos compartió a Fernanda, a Karla y a mí, pudimos prolongar la tertulia unas horas más al calor del fuego de una chimenea.

Al día siguiente Mauricio regresó a Quito para tomar su vuelo a San José, pero nosotras nos fuimos con nuestro guía hasta el Parque Nacional Cotopaxi. Ahí nos dio dos opciones, caminar alrededor del lago Limpiopungo o ascender en coche al volcán Cotopaxi, estacionarnos en un sitio ubicado a 4,500 metros sobre el nivel del mar y de ahí caminar cuesta arriba otros 300 metros hasta llegar a un refugio en donde podríamos tomar algo y descansar. Muy valientes todas elegimos la segunda opción sin saber lo difícil que sería el ascenso. Al bajarnos del vehículo el fuerte viento parecía levantarnos del piso, comenzamos a caminar paso a paso cuesta arriba pisando piedras volcánicas y resbalándonos, el aire comenzaba a faltarnos, en lo personal sentía que ya no tenía fuerzas, nunca 300 metros me parecieron tan largos, protegiéndome los ojos del viento alcancé a ver el refugio allá a lo lejos y me di cuenta de que no lo lograría, por lo que decidí regresar, Karla me secundó y minutos más tarde Fernanda y el guía también regresaron. Me sentí contenta cuando él nos dijo que no todos logran llegar al refugio y quienes lo hacen sin la preparación y experiencia necesarias, terminan por sentirse muy mal, ¡¡después de todo estamos hablando de 4,800 metros de altura sobre el nivel del mar!! Finalmente sí caminamos por el lago y luego comimos en el único restaurante cercano. La comida ecuatoriana tiene su encanto, entre los platillos típicos les puedo mencionar la fritada, la guitita, el encocodo de cangrejo y el hapingocho ¿que qué es todo eso?, pues hay que ir a Ecuador a descubrirlo. Yo lo recomiendo.

Por Laura Ibarra