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Categoría: Caja de las Sorpresas

* Mi México lindo y querido
* La Ciudad de los Palacios
* El chapoteadero de Reforma
* La indiferencia disfrazada de interés

Una de las bellezas de trabajar en una publicación turística del prestigio y reconocimiento de TURISTAMPA es que muy seguido se nos presenta la oportunidad de viajar a muchas partes del planeta.


Los viajes me han permitido no únicamente disfrutar de muchos rincones del mundo, algunos muy conocidos y otros no tanto, sino además cada vez que viajo confirmo lo mucho que aprecio mi país y mi ciudad. Para mi vivir en México y en la Ciudad de México es motivo de orgullo y agradecimiento.
No es raro que cuando alguna persona en el extranjero me comenta cosas negativas sobre mi país o mi ciudad (lo cual desgraciadamente cada vez sucede más a menudo ante la pasividad e incapacidad del gobierno por detener o por lo menos aminorar los puntos de vista de la prensa mundial sobre México y la Ciudad de México) la manera en que respondo es diciendo que me gusta mucho vivir en la Ciudad de México, que estoy orgulloso de ser mexicano y que si no fuera mexicano me gustaría ser mexicano.
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¿Pero a qué viene todo esto? Bueno, mi país y mi ciudad me gustan tanto que unas veces me entristece y otras me enardece, cuando veo como la Ciudad de México se ha convertido en prenda de los caprichos y rivalidades políticas del presidente del país y el jefe de gobierno del DF. De tiempo atrás se sabe que si por órdenes del gobierno del DF se cierra tal o cual calle para hacer un festival de lo que sea, el gobierno federal responde organizando otros caprichosos eventos en que la vida de los ciudadanos mexicanos que viven o viajan a la ciudad de México, así como de los extranjeros que nos visitan, se ve alterada de manera autoritaria por el tiempo y de la forma en que los señores de arriba decidan.
Hace unos días, por ejemplo, se me hizo muy difícil de aceptar que efectivamente, alrededor del principal monumento de mi ciudad y mi país, el Angel de la Independencia, se había puesto una pista de "atletismo". Primero pensé que era un efecto de computadora similar a aquellos en que se le pone lentes oscuros a la Estatua de la Libertad o sarape mexicano a la Torre Eiffel, pero cuando me confirmaron que efectivamente se había puesto un cinturón atlético alrededor del monumento erigido a nuestros héroes nacionales no sabía si reírme o enojarme... entonces primero me reí y luego, cuando comprobé que cerquita del Angel se habían puesto unos chapoteaderos gigantes para que un campeón olímpico gringo al que le gusta la marihuana mexicana se echara unos vueltecitas de miles de dólares cada una, me enojé.
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Enojados también estaban varios colegas de la industria turística cuyas oficinas están en Reforma o cerca de Reforma que tardaron muchísimo en llegar a sus oficinas o que de plano se dieron la vuelta y se regresaron a trabajar a sus casas o al Starbucks más cercano mientras las actividades atléticas desplazaban a las económicas y lo caprichos de unos cuantos desplazaban al razonamiento y la cabalidad que debería  de caracterizar a la Ciudad de los Palacios.
Otros hombres y mujeres de negocios quisieron hacer trueque y debido a que no podían trabajar en sus oficinas quisieron conectar sus computadoras en la alberca olímpica o en el estadio olímpico, pero por supuesto no los dejaron entrar porque esa alberca y esa pista son para deportistas, no para hombres y mujeres de negocios desorientados. Los vigilantes y mozos de nuestras instalaciones olímpicas, que seguramente debido a su rango no habían sido informados de los planes al más alto nivel oficial, les dijeron: 'Ya déjense de payasadas y váyanse a trabajar a sus oficinas de Reforma, aquí se viene a nadar o a correr. ¿O qué, acaso nosotros invadimos su espacio con carreritas de relevos y nado de pechito como para ustedes se vengan a querer chambear aquí...?
Sabemos que vivimos bajo un gobierno, tanto en el DF como a nivel país, en que los caprichos son sinónimos de decretos. Si el jefe de gobierno o el presidente quieren disfrazar a nuestra principal avenida, o al zócalo, o a cualquier otra parte de la Ciudad de México, simplemente lo hacen, y que al que no le guste se joda. Sabemos que a Ebrard y a Calderón no les gusta verse ni en pintura y seguramente no chatean en twitter y no comparten fotos en facebook... pero cuando se trata de hacer en nuestra ciudad una kermes millonaria, cuando se trata de gastar nuestro dinero en vanidades, son más parecidos de lo que les gustaría aceptar.
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A doscientos años y cien años de no sabemos ya qué, contamos con gobiernos cuya visión de México y los mexicanos parece tan alejada de la que tenemos la mayoría de los mexicanos que a veces parece que vivimos en ciudades y países y mundos diferentes, muy diferentes. Y muy distantes.
Parece que se ha llegado a un punto en que los intereses genuinos de los mexicanos son tomados con indiferencia por los gobernantes y los intereses de los gobernantes son aberrantes para muchos mexicanos.
Parece que los ciudadanos sí nos damos cuenta, pero el gobierno no.
Y si realmente vivimos en una ciudad y un país en que la indiferencia  se disfraza de interés y el interés de indiferencia, no estamos muy lejos de los tiempos de Don Porfirio y el Virreinato.