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Seminarios de esquí para mujeres -- y solamente para mujeres -- se están ofreciendo ahora en un número cada vez mayor de centros de recreo invernal.
Con una duración de dos o tres días, o a veces una semana, estos seminarios comprenden una serie intensiva de clases bajo techo, seguida de sesiones de práctica en las laderas y, después de eso, un vistazo mediante video de la actuación de todas las participantes.
No hay presencia masculina. En Copper Mountain (Montaña del Cobre) en Colorado, me pusieron al corriente sobre los detalles las encargadas de los seminarios, Jamie Blair y Sara Anderson, pero no me permitieron observar.
“Ciertas mujeres se sienten incómodas y presionadas bajo la mirada de un hombre, y no tienen pleno dominio sobre lo que están haciendo,” me explicó Jamie Blair. “Ya es suficiente desdicha para una el haber aprendido a manejar el automóvil teniendo por maestro al padre o al hermano. Cuando se trata de esquiar, muchas mujeres prefieren aprender de otras mujeres.”
Eso no significa -- terció Sara Anderson -- que los seminarios de esquí para mujeres obliguen a una especie de vida conventual en la nieve. “Después de clase, après-ski, como suele decirse, las chicas se las arreglan solas.”
De todos modos se les pide que a la mañana siguiente no se presenten con una cruda.
Las clases están diseñadas para mejorar la destreza en el esquí. Cuando en una clase sólo hay mujeres, se supone que no hay distracciones, no existe la tentación de bromear ni coquetear. Las alumnas rinden al mejor nivel de cada una. Por lo visto, ciertas mujeres, en forma consciente o sin darse cuenta, se contienen cuando hay un hombre cerca. No quieren que se sienta avergonzado cuando ellas lo superan en rendimiento.
Gran parte del problema, según parece, tiene que ver con la manera de percibirlo. En una clase de enseñanza mixta no falta la mujer que se siente objeto de magnánima condescendencia o, por el contrario, ninguneada como si no existiera. Tal vez acabará sintiendo lo mismo en una clase de mujeres solas, pero ya no podrá echarle la culpa a su condición femenina.
En una conferencia que me dio Jamie Blair en un aula vacía, me hizo notar que el deporte del esquí fue generado por hombres y para hombres. “Las mujeres son diferentes.” Yo estuve a punto de exclamar “¡Viva la diferencia!” pero la dama no me dejó abrir la boca.
La mujer, señaló, tiene una estructura ósea diferente, un tono muscular diferente. En la mujer el centro de gravedad está más bajo. Con los esquíes puestos, la mujer tiende a girar las caderas para iniciar un viraje; esto no es ideal (el hombre usa los hombros, lo que tampoco es ideal).
La bota femenina debe ser adaptada de manera diferente. Entre otras cosas, la mujer tiene el talón más angosto. Es necesario que el esquí mismo tenga características de especial afinidad con el respectivo género del usuario. En las pistas de nieve, la mujer tiende a una mayor cautela. Esto da por resultado un menor número de accidentes en la mujer.


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