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Categoría: Editorial

La Responsabilidad de Gobernar

Recuerdo que cuando se estaban llevando al cabo las deslucidas celebraciones con motivo del bicentenario, mencioné en un espacio editorial que nuestro país era uno al que los conflictos armados le venían cada cien años.
Cuando uno considera la situación social, económica y política que antecedió a los conflictos armados de 1810 y de 1910, es claro que tanto la lucha por la independencia así como la revolución mexicana fueron conflictos que, si bien eran indeseables, también eran inevitables.
En el sexenio que en unas cuantas horas termina también se ha vivido otro conflicto armado, pero a diferencia de las heroícas luchas de hace cien y hace doscientos años, el conflicto  actual era evitable, pero aparentemente fue deseable para aquellos que se olvidaron, o no supieron, que la responsabilidad de gobernar implica en primer lugar la protección de los gobernados.
La lucha en que Calderón sumergió a México no resultó de las situaciones sociales, económicas y políticas que alcanzaron a México y desencadenaron en una guerra que no se podía detener, sino fue el resultado de algo más.
¿De qué?
Realmente no sabemos con exactitud.
El conflicto en que metio Calderón a México es uno tan confuso que ni el propio gobierno sabía si llamarlo lucha, guerra o conflicto. (En un sentido estas tres palabras son sinónimos, pero para describir un accionar específico que implica utilización de armas cada una de ella tiene su propio peso y nivel de gravedad.)
La guerra-lucha-conflicto en que el presidente saliente metió a su propio país es uno que, si bien fue poco claro en sus motivos y métodos, ha sido bastante claro en sus resultados.
Calderón deja un país diferente al de hace seis años. Un país no únicamente más violento, sino también más cínico. Un país menos feliz. Un país que recuperó miedos que se habían olvidado por décadas. Un país en que la muerte cotidiana aparentemente le ha restado valor a la vida.
Ha habido otros gobiernos que han terminado con el peso devaluado, pero uno que concluye con la vida de sus ciudadanos devaluada, tiene que ser uno de los más oscuros y más tenebrosos que han existido.
El gobierno de Calderón, con su guerra confusa, monstruosamente deseada y tristemente evitable, deja a México con  heridas abiertas e inmerecidas, pero también con el afán heróico y positivo de reconstruirse como nación, como sucedió hace dos siglos y hace un siglo.