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Por Daniel Olivares Villagómez.

  • El turismo y la equidad lingüística.

Los atractivos turísticos se dividen en dos grandes grupos: Los naturales y los culturales. Dentro de los primeros se encuentran, por ejemplo, playas, montañas, cuerpos de agua, clima y biodiversidad; mientras que los atractivos culturales son todas las manifestaciones relativas al quehacer del hombre: las materiales, como ruinas arqueológicas, monumentos, edificaciones, obras de arte perenne, etc. y las inmateriales, como costumbres, festividades o el lenguaje.

  • Racismo, clasismo y turismo.

Algo que a todo mundo acabó impactándonos, aún en plena pandemia, fueron las movilizaciones y motines que, primero en varias ciudades de los Estados Unidos, y luego en muchas otras partes del mundo surgieron, al parecer espontáneamente, por la indignación causada globalmente al ser asesinado un ciudadano afroamericano por integrantes de la fuerza de policía de Minneapolis, Minnesota.

Sabido es que el asunto desde luego es muy importante, y muy sensible en el país vecino, pues la herencia esclavista y los siglos de opresión y maltrato que han padecido las minorías en los Estados Unidos, parece que de pronto reaparecen, a pesar de la genuina preocupación de una parte importante de su sociedad por erradicar toda manifestación de racismo. Las crónicas y las imágenes de los disturbios compitieron con la información acerca de la pandemia y de pronto muchos empezaron a analizar el tema.

En México es crucial esta reflexión, pues por desgracia en nuestro país existe un racismo generalizado en amplios sectores de la población. Desde luego este racismo tiene su base histórica, pues no hay que olvidar que, durante los 300 años del coloniaje, la población mexicana se organizó legalmente como una sociedad de castas, es decir, al individuo al nacer se le clasificaba de acuerdo con el color de la piel y de su origen, de tal modo que su vida estaba marcada económica, social y culturalmente por la casta a la que pertenecía. Así, por ejemplo, en los estratos superiores, el peninsular nacido en España era el único que podía ocupar los puestos puntales en el gobierno, ejército y clero, en detrimento de los criollos, también blancos pero nacidos localmente. El resto de la población (la enorme mayoría) era destinada simplemente al servicio. En los 200 años de independencia la situación ha cambiado muy poco en la práctica: La televisión, el cine y otros medios electrónicos “mexicanos” siguen empleando únicamente individuos blancos para los papeles protagónicos, dejando a los mestizos e indios papeles accesorios, con frecuencia en actitudes cómicas, degradantes o delincuenciales. Así, la discoteca o “antro” que en la entrada hace “face control”, la dirección de recursos humanos que exige “buena presentación” como eufemismo que esconde el racismo y demás nefastas manifestaciones discriminatorias son incompatibles con la actividad turística, que en esencia es pluriétnica y pluricultural: El viaje es precisamente hermosa oportunidad de experimentar y convivir con todo tipo de seres humanos y de apreciar cultura, cosmovisiones, costumbres, música y hasta sabores y sensaciones diversos.  

En el turismo es básico que se tome conciencia de que ese racismo, que nutre y que se retroalimenta en el clasismo, puede disfrazarse de “exclusividad”, por lo que en la reconversión que una parte sustancial de la estructura turística llevará a cabo para adaptarse a la “Nueva Normalidad” después de la pandemia, debe tenerse mucho cuidado de no caer en la discriminación.

Labor importantísima tendrán a este respecto las agencias de publicidad y promoción, los diseñadores del producto turístico, los especialistas en recursos humanos, los directivos, los funcionarios y los inversionistas. Que el tiempo de cuarentena y las impactantes imágenes de muerte y disturbios sirvan para reflexionar en que el turismo debe ser ejemplo de convivencia armónica entre todas las etnias y estratos sociales SIN DISCRIMINACIÓN.  

•    Ocio, pandemia, distanciamiento social y reconversión de la actividad turística.  

 

Parte fundamental para entender el fenómeno turístico y sus numerosas implicaciones sociales, económicas, culturales y medioambientales, está en la comprensión de otro fenómeno mucho más profundo inherente al ser humano. Desde luego hablamos del ocio. El abordamiento de este concepto por parte de la filosofía, la sociología, la psicología, la economía y hasta la mercadotecnia, ha distinguido las últimas décadas, pero ningún tratadista, hasta donde se sabe, pudo imaginar que de pronto, y a causa de la pandemia que asola el mundo, el ocio acabaría por ocupar la mayor parte del tiempo cotidiano de miles de millones de personas en todo el mundo. Empero, este ocio impuesto por la emergencia viene acompañado del confinamiento, lo cual es exactamente lo opuesto a otro componente básico del turismo: El desplazamiento. Así las cosas, nos encontramos en el inicio de la segunda década del siglo XXI ante una realidad inusitada, paradójica y desde luego jamás imaginada: De pronto, un importante conjunto de industrias dedicadas a la recreación, al esparcimiento y a los viajes son literalmente detenidas en seco.

Estamos ante un escenario nuevo que implica cambios trascendentales en la forma en que, de aquí en adelante, el ser humano va a relacionarse con su entorno social y medioambiental. Por principio de cuentas habrá que reconocer que la humanidad es ya demasiado grande para sustentarla cómodamente en el planeta, de ahí que las pandemias se empiecen a generar cada vez con mayor frecuencia y con mayor fuerza: Llegaron para quedarse. Filósofos, políticos, y líderes de todo tipo deben comprender que la reconversión de todas las actividades del hombre y su manera de organizarse es un asunto literalmente de vida o muerte. Lo que debe quedar claro es que la forma en que el ser humano se relaciona con sus semejantes y con su mundo nunca volverá a ser igual que antes de la pandemia: Paradigmas socioeconómicos como la globalización, el crecimiento económico y poblacional incesante, y la sobreutilización de los recursos deben ser revisados hasta la médula.

Así, el modelo industrial turístico, basado en maximización, concentración, uniformización, sincronización, centralización y masificación del producto turístico entra en una crisis que bien pudiera ser terminal. Por tanto, se impone el cambio desde hace tiempo propuesto hacia lo que denominamos hace ya más de dos décadas Turismo Nuevo, que propone el particularismo, la personalización, la descentralización en la toma de decisiones, y un respeto absoluto para el entorno cultural, social y medioambiental.

La reconversión no será fácil: El turismo volverá a hacerse “exclusivo” en la medida en que los costos de transporte aumentarán por el temor de que la masificación genere focos de riesgo sanitario, a menos de que surjan técnicas nuevas que permitan la aglomeración sin riesgos. La estructura turística de hospedaje, alimentación y recreación deberá necesariamente también alejarse de la concentración y fomentar la satisfacción del cliente en forma particular. Todo esto desde luego encierra una paradoja y el reto esencial: ¿cómo hacer más accesible el turismo al mismo tiempo que se abandona la masificación?

Reflexionar sobre lo anterior es quizá lo más relevante a lo que deben dedicarse en este momento los líderes turísticos y los capitanes de la llamada industria sin chimeneas.               

Por Daniel Olivares Villagómez.

  • La Contingencia.

Sobran calificativos para describir la situación mundial. Al inacabable torrente de información, desinformación, noticias falsas e incluso interesado y mezquino terrorismo oportunista, debiera oponérsele la prudencia, pero esta es producto de espíritus acostumbrados a la ponderación, al análisis y al estudio de todas las variables que componen un problema. La aplicación cuidadosa del método científico es la única opción viable para intentar comprender el inédito fenómeno global que vivimos. Los que tenemos cierta edad y que tuvimos la oportunidad de ser adiestrados en la aplicación de este método, no podemos más que quedar azorados ante lo que sucede.

Por Daniel Olivares Villagómez.

  • Turismo y feminismo.

Difícil sustraerse al tema impuesto por los medios de comunicación, en relación a los llamados feminicidios y a la vorágine feminista suscitada. Conviene analizar por tanto la situación de la mujer en el sector turístico, recordando que entre las actividades que más apoyan el papel de la mujer en el área profesional está precisamente el turismo. Según ONU Mujeres, el turismo emplea una porción más alta de personal femenino que cualquier otro sector económico. Y sin duda, el sector tiene el potencial de contribuir a una mayor igualdad y al empoderamiento de la mujer. Es destacable que la industria turística es el segundo empleador en términos proporcionales de mujeres en el país, sólo detrás del sector educación y salud, así, el 60% del empleo turístico lo ocupan mujeres (5 millones de féminas). Además, existe el doble de posibilidad de ser empresarias en este sector que en otro. Esto es muy importante si se considera que, a nivel general, 4 de cada 10 mujeres forman parte de la fuerza laboral del país.


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