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Nuestro México es un destino turístico mal logrado. El tiempo se nos acaba sin haber alcanzado, en más de medio siglo de esfuerzo, lo que esta tierra bendita se merecía. Tratar de encontrar culpables, no es el motivo de esta reflexión; buscar alternativas para su desarrollo, sí lo es.

Tampoco es mi intención citar números y estadísticas que han perdido su significado ante una situación de desequilibrio. Las preguntas que flotan en el aire, son sin embargo si el modelo turístico de este país es aún vigente y si tiene alternativas para desarrollarse económi­camente.

Tampoco voy a enumerar los múltiples problemas de índole domestico que acosan a nuestra ciudades como centros turísticos internacionales. Si no hemos sabido aprovechar el regalo de la naturaleza; nuestra cultura ancestral, el carácter único de nuestro pueblo; la disposición amigable de nuestra gente; nuestra estratégica ubicación geográfica, ni nuestra cercanía con el mayor emisor de turistas del mundo, ha sido porque hemos caído en una de las trampas del turismo.

Si nuestras costas, mares, selvas y montañas han sido abusados y hemos permitido el crecimiento sin encontrar el pleno desarrollo turístico, se ha debido, sin duda, a que hemos venido navegando sin brújula; sin una visión de futuro y sin un destino determinado.

Ninguna ciudad que pretenda vivir del turismo, podría hacerlo sin una política turística de largo plazo; sin una conciencia del fenómeno turístico y sobre todo: sin cuidar el desarrollo urbano y sin satisfacer las necesidades sociales de la población. Porque antes que para el turismo, una ciudad debería planearse para su comunidad

Todos nuestros centros turísticos alojan a dos terceras partes de su población en condiciones  de precariedad, mientras que el dispendio y los excesos fluyen en las zonas hoteleras de las ciudades. Todas ellas sufren del espejismo del turismo: los centros turísticos de nuestro país, con toda su belleza natural, no dejan de ser paraísos artificiales, rodeados de pequeños infiernos reales.

Lo que sí atañe a los señores gobernantes, es la creación de políticas públicas y el fomento de la infraestructura.

Si en México no podemos presumir de una infraestructura integral de calidad internacional, si no tenemos suficientes  supercarreteras, ni ferrocarriles de alta velocidad que nos comuniquen con los centros emisores de turismo nacional, si carecemos de suficiente infraestructura urbana en los centros turísticos coloniales apta para el turismo, si no contamos con atractivos turísticos suficientes,  si vivimos incomunicados por mar con un territorio de oportunidad; si hemos puesto “todos los huevos de la gallina en una sola canasta”,  no podemos quejarnos ante nadie. Hemos caído en otra trampa del turismo.

En los últimos años ha surgido  la preocupación de que México se está convirtiendo en un “maquilador de turismo” en su propio territorio. A medida que capitales extranjeros adquieren hoteles, líneas aéreas, aeropuertos, sistemas de comunicación y otras formas de infraestructura turística, nos dejan a los nacionales la condición de arrendatarios de nuestras playas y montañas y a las poblaciones receptoras los puestos de trabajo más bajos de las jerarquías organizacionales.

Un análisis de la situación nos arroja que “La actividad turística se ha asentado en México desde hace más de setenta años y se supone que en ese lapso se han captado decenas de miles de millones de dólares, sin embargo, el beneficio real que las comunidades receptoras han obtenido es bien precario, cuando no francamente nulo, sobre todo cuando se toman en consideración los efectos nocivos a la sociedad que la mala gestión del turismo genera.

Lo anterior es resultado de una pésima apreciación de las posibilidades del turismo y la insistencia de favorecer a tan solo unos cuantos actores de la actividad.

Lo que las autoridades turísticas no quieren entender es que para que el turismo realmente sirva para elevar el nivel y la calidad de vida de la población se necesita integrar a las comunidades locales como verdaderos socios que reciban en igualdad de condiciones que los inversionistas, los beneficios económicos de la actividad. Urge que el eje principal de la política turística sea el crear y apoyar micro y pequeñas empresas turísticas que sean propiedad de pobladores locales, y no seguir con el absurdo de apoyar a las empresas transnacionales y al gran capital.

SOBRE EL MODELO TURISTICO

Las políticas públicas sobre el modelo turístico del país, responsabilidad ineludible del gobierno federal, debería ser un tema recurrente en todos los eventos donde se reúnen los funcionarios responsables y los representantes de la industria, para analizar con responsabilidad los resultados reales del quehacer turístico en México.

Tal pareciera que los indicadores oficiales de empleo, ingresos, inversión e infraestructura, no serían suficientes para determinar si el turismo ha sido buen negocio para México con el modelo  que se ha venido aplicando.

Partiendo de la premisa de que el turismo debe crear riqueza; de que la mayor parte de los ingresos por turismo se queden en el país y no regresen a su lugar de origen; de que no  solamente se creen empleos, ; de que la riqueza creada sirviera para diversificar la economía, crear infraestructura y servicios sociales, el turismo no ha  cumplido su cometido.

La reflexión es obligada cuando se profundiza en el análisis de los resultados del negocio del turismo en todos aquellos lugares donde se origina la supuesta riqueza que nos dejan los visitantes extranjeros. La danza de los millones por ingreso turístico no corresponde de ninguna manera al nivel de vida que lleva la mayoría de la población de dichas ciudades. Los efectos del turismo, lo sabemos, son positivos y negativos, uno de estos últimos es que beneficie prioritariamente a los grandes inversionistas, otro es la exclusión de los habitantes locales al glamor que envuelve las instalaciones, al tiempo que los exime del uso y disfrute de sus propias playas y lugares de recreo.

Sabemos, quienes estudiamos el turismo que hay países donde los recursos que regresan a los países emisores ascienden a porcentajes sobre los ingresos, hasta el 70.0%. Es decir, por cada dólar que al país, supuestamente ingresa, setenta centavos se regresan a través de inversionistas, prestadores de servicios especializados, comerciantes de equipos, pago de regalías, honorarios y desde luego repatriación de utilidades. No es este el caso de México, pero tampoco es cierto que todos los ingresos por turismo aquí se queden.

Sin hablar de cifras que el ciudadano común y corriente no entiende, esa es la razón de que exista en el país una industria turística rica y una población pobre, . Si el mayor ingreso por turismo se origina en los destinos resort o de playa como Cancún, Riviera Maya, Los Cabos, Puerto Vallarta,
Es importante precisar, a este punto, que no se trata de desvirtuar los grandes meritos del turismo, sino de invitar a la reflexión y a la búsqueda de una explicación que dé respuesta a una situación de continua precariedad en la población trabajadora y en los pequeños inversionistas de la industria de los viajes. Y es que el turismo como respuesta a la urgente creación de empleos es la mejor inversión, pero por otra parte se requiere crear riqueza  a través de pequeños empresarios locales para diversificar la economía.

Hay que recordar que cuando en México se han levantado centros turísticos,  lo primero que hace el estado es despojar a las comunidades receptoras vía expropiación de los terrenos con atractivos. Luego, con nuestros impuestos o con deuda, el gobierno procede a la dotación de infraestructura y pone a disposición de grandes compañías hoteleras e inmobiliarias, frecuentemente extranjeras, los terrenos para que se levante el desarrollo. Así las cosas, el grueso de las divisas que finalmente se obtienen acaban reenviándose a las matrices de las compañías hoteleras turísticas extranjeras, mientras que a los habitantes originales de los centros turísticos si bien les va acaban de meseros, camaristas o prostitutas.

Desde luego que esta forma de proceder es concentradora del ingreso para unos cuantos intermediarios y empobrecedora de las mayorías. El mejor ejemplo, agregamos nosotros, está en el fementido “Todo Incluido” que atenta contra miles de pequeños empresarios locales que enfrentan una descomunal competencia en los hoteles que operan con este sistema: restaurantes, tiendas de regalos, pues los huéspedes permanecen enclaustrados dentro de los hoteles.

Si realmente se manejara la actividad turística con un criterio estratégico y de verdadero desarrollo, las actividades de FONATUR Y SECTUR irían encaminadas a hacer de los pobladores locales, micro, pequeños y medianos empresarios turísticos: es a ellos a quienes el estado debería financiar, fomentar y promover con la debida capacitación. Sin exagerar, podemos establecer que de esta forma en quince años podríamos erradicar la pobreza en el país, pues el efecto multiplicador de un turismo de medianas, pequeñas microempresas manejadas por los pobladores locales que directamente recibirían las divisas de los turistas se haría derramar a muchas otras actividades nacionales.

Cuando se inició lo que ahora es FONATUR y anteriormente INFRATUR, por allá en la década de los años sesenta del siglo pasado, su finalidad era dual: desarrollar destinos turísticos, y financiar con bajos intereses, a través de la banca de primer piso a pequeños y grandes inversionistas mexicanos. La cartera de FONATUR en sus inicios y durante muchos años incluía pequeños hoteles y restaurantes entre otras empresas turísticas. En los últimos años la estrategia del gobierno federal a través de sus políticas públicas ha convertido a FONATUR en un promotor de bienes raíces y el mayor vendedor de playas mexicanas a entidades extranjeras, visto lo cual no existe un apoyo federal para los pequeños empresarios mexicanos que son impotentes ante el poderío económico de los inversionistas extranjeros que en su países de origen obtienen financiamiento a tasas muy por debajo de las instituciones financieras comerciales de nuestro país.

El modelo de turismo impulsado oficialmente no fomenta la lealtad al destino ni es amigable sustentablemente con las comunidades receptoras, pues los visitantes de paquetes y los huéspedes del “todo incluido” en su mayoría se mantienen cautivos dentro de los establecimientos a través de incentivos y atractivos con el resultante de que el visitante bien pudiera estar en cualquier otro lugar del mundo identificando su destino únicamente por el nombre del aeropuerto.

Es por ello que parece muy interesante lo que algunos pequeños países del sur del continente han hecho a favor de un turismo sustentable. Ecuador, es uno de ellos, y junto con Costa Rica han dejado a México presumiendo sus primeros lugares en las tablas de recepción de visitantes e ingresos por turismo, pero con una gran deuda social para sus futuras generaciones. Si el fin del turismo no es elevar el nivel de vida de las comunidades receptoras el turismo no cumple su propósito.

CONCLUSIONES

Ante estas tesis es fácil concluir las experiencias particulares de nuestros destinos de playa, donde se ha ignorado por completo, el concepto de turismo sustentable. Las excoriaciones están a la vista: Construcciones sobre la desembocadura de ríos; saturación  de edificaciones sobre la montaña ,  crecimiento anárquico y caótico con la consecuente sobre carga a la infraestructura urbana. En el aspecto del crecimiento turístico no se ha fomentado el crecimiento con calidad y en consecuencia nuestros destinos se han convertido en uno de muchedumbres, paquetes todo incluido y comercio informal, y paraíso para supermercados.

Todo lo anterior atenta contra el desarrollo saludable y sustentable de nuestro destino turístico: la calidad de vida ha desmerecido en términos generales; la distribución de los beneficios del turismo están centralizados y no llegan a la mayoría de la población, las “estaciones turísticas” son cada vez más marcadas y el costo social en la comunidad incalculable. Es tiempo entonces de que los gobernantes “hagan su tarea” y tengan conciencia de las características más convenientes para su comunidad en cuanto a políticas públicas que fomenten el turismo que mejor convenga a cada centro turístico o ciudad. El fin del turismo va mucho más allá de la simple creación de empleos; debe crear riqueza y ésta llegar a los habitantes de la comunidad. En todo el mundo son las pequeñas empresas y los pequeños empresarios quienes crean la verdadera riqueza. Al parecer los beneficios del turismo con el modelo que se viene aplicando en México, requiere urgentemente de un cambio de visión y misión con un TURISMO INTELIGENTE.
Héctor Pérez García
Puerto Vallarta, agosto de 2011.


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